“Y acudieron algunos y dieron aviso a Josafat, diciendo: Contra ti viene una gran multitud del otro lado del mar, y de Siria; y he aquí están en Hazezon-tamar, que es En-gadi. Entonces él tuvo temor; y Josafat humilló su rostro para consultar al SEÑOR, e hizo pregonar ayuno a todo Judá.” (2 Crónicas 20:2-3)
Josafat, rey de Judá, fue tomado por sorpresa cuando sus ministros le dieron la noticia de que sus enemigos feroces se habían unido para invadir su nación. Y lo peor es que ya estaban cerca de Jerusalén. La reacción inmediata fue de miedo.
El sentimiento era de una inquietud desesperante. No estaba preparado para la guerra ni había tiempo para prepararse. Solo quien ya vivió o está viviendo bajo amenazas de muerte puede evaluar esta situación.
¿Cuántas veces, hoy, somos invadidos por el mismo tipo de pavor? El espíritu de terror ciega a sus víctimas al punto de impedirles que vean la luz al final del túnel. Pero, quiero alertarlos: los hechos no siempre condicen con lo que se oye decir. ¿Cuántos toman decisiones precipitadas por no saber que la situación no era exactamente como se estaba pensando? Delante de aquel cuadro, conociendo la historia de sus padres, sus conquistas por la fe en el Dios de Israel, Josafat no titubeó y se dispuso a buscar ayuda de lo Alto.
La respuesta de Dios a Josafat es la misma que Él les da a los que Lo buscan hoy, en reacción al terror de la amenaza: “No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande; porque no es vuestra la guerra, sino de Dios” (2 Crónicas 20:15). No importa el tamaño de la amenaza, nuestro Dios es infinitamente mayor.
Y Él va adelante en esta batalla, para darle el libramiento.
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No se deje llevar por el pavor. Busque a Dios, porque la batalla es Suya, y Él le dará el libramiento.
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(*) Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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