Los pueblos de todas las naciones están cansados de tantas religiones, doctrinas y obligaciones. Realmente, si ellos continúan creyendo, es porque aún alimentan dentro de si mismos, un hilo de esperanza de que un día sus vidas finalmente cambiarán. Podrán alcanzar la solución para diversos tipos de problemas. Pero mientras eso no suceda, sus sufrimientos se van a prolongar y lo que es peor, se van a acumular.
Mientras tanto, los estafadores de la religión, cada vez sacan más provecho de la situación. Con filosofías diabólicamente engendradas, ellos van controlando las mentes y los corazones, de tal forma que las personas no se dan cuenta de que son como verdaderas marionetas en sus manos.
Cuando el Señor Jesucristo inició su ministerio en la Tierra, Él vio esta situación y denunció la hipocresía de los profesionales de la región. Dígase de paso que atravesaron siglos y milenios incólumes, y especialmente en estos últimos tiempos siguen ahí, cada vez más desesperados y hambrientos por sus presas. El Señor Jesús les dirigió este discurso:
“Pero ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.
¡Ay de vosotros, guías ciegos!, que decís: “Si alguien jura por el Templo, no es nada; pero si alguien jura por el oro del Templo, es deudor.”
¡Insensatos y ciegos!, porque ¿cuál es mayor, el oro o el Templo que santifica al oro?
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque diezmáis la menta, el anís y el comino, y dejáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego!, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera quede limpio.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: “Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas.” Con esto dais testimonio contra vosotros mismos de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Vosotros, pues, colmad la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, generación de víboras!, ¿cómo escaparéis de la condenación del infierno?” Mateo 23:13-17, 23-33
Estas palabras del Señor Jesús muestran quiénes son los principados, las potestades, los dominadores de las fuerzas espirituales del mal. ¿Cómo combatirlos? Solo existe una única arma: ¡el poder sobrenatural de la fe! Palabras de amor, consejos, doctrinas y todo lo demás pueden llegar a aminorar el sufrimiento de los afligidos; pero para traer la solución definitiva, ¡solamente el poder de la fe viva en el Dios Vivo! Solo la fe viva tiene el poder para neutralizar toda embestida de satanás.
“pues el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder.” 1 corintios 4:20
Hay un proverbio que dice:
“El que canta canciones al corazón afligido es como el que se quita la ropa en tiempo de frío, o como el que echa vinagre sobre el jabón.” Proverbios 25:20
Esto quiere decir que no sirve de nada estar consolando al afligido con lindas palabras o incluso con himnos de alabanza a Dios. ¡Eso no resuelve la situación! ¡Lo que Él más desea es verlo libre de su aflicción! Llevar al afligido a alabar a Dios es lo mismo que pasar pomada sobre un forúnculo, o sea ¡esto no resuelve nada! La única solución es extraer el forúnculo y arrancarle la raíz. ¡Así él va a ser curado!
Los pueblos están cada vez más enfermos, ya sea en la parte física, como en la parte espiritual. Cuando una persona viene a la iglesia, busca la solución y no los paliativos, porque eso puede encontrarlo en cualquier esquina. Sino que ¡la solución definitiva viene solamente por la ministración del poder de Dios! Y el poder de Dios, a su vez, solamente es ministrado a través del ejercicio de la fe sobrenatural.
Fragmento extraído del libro “Los Misterios de la Fe” del obispo Edir Macedo.