¿Usted creería si alguien le dijese que hay personas que se hieren, a propósito, con el objetivo de dejar de sentir dolor? Parece ilógico, pero cuando se habla de automutilación es exactamente eso lo que sucede.
Cuando la tristeza, la angustia, la soledad y el vacío aumentan, muchos terminan recurriendo a cortes, quemaduras, mordidas, rasguños y cualquier cosa que pueda causar alguna herida. Después de lastimarse, queda la sensación de que el dolor ya salió. Pero no tarda mucho para que vuelva y la práctica pasa a ser diaria, convirtiéndose en un vicio.
Esa actitud es más común de lo que se piensa. El diario Daily Mail divulgó en un sitio algunos datos del Sistema Nacional de Salud Británico, revelando que la automutilación entre niños y adolescentes creció más de 70% en 2012 en Inglaterra, y, en el mismo año, los casos de personas con edad de entre 10 y 14 años atendidas en hospitales después de herirse sobrepasó los 2,7 mil.
La automutilación, o cutting, es vista por muchos especialistas como una epidemia de la modernidad. Internet y la popularización de las redes sociales pueden haber ayudado a divulgar el problema y ahora es común encontrar jóvenes posteando fotos de los cortes aún sangrando o de las cicatrices – es al mismo tiempo un pedido de atención y de socorro.
“Siempre que pasaba por un problema me cortaba”
Beatriz Santos Matos, de 18 años, vivió este mismo problema, y lo peor es que ella ya estaba dentro de la Iglesia Universal cuando todo sucedió. Por 9 meses ella sufrió, en silencio. “Estaba en el grupo joven, pero me sentía sola, aún rodeada de amigos. No creía en mí, aparentaba ser feliz, pero por dentro era triste. Fue cuando comencé a cortarme. En el inicio erar arañones, después los cortes eran mayores y más profundos. Yo no tenía valentía de abrirme y pedir ayuda por miedo de que me juzguen o se alejen de mí. Por eso sufría callada y vivía de apariencias”, recuerda.
Por sentir cierto alivio, Beatriz hizo de la automutilación un hábito. “Siempre que pasaba por un problema me cortaba. Cuando golpeaba aquel vacío en el alma, me cortaba. Y con el tiempo se volvió un vicio. Yo intentaba detenerme, pero ya había perdido el control de la situación, no tenía más voluntad de vivir”, revela.
¿Cómo dejar de herirse?
Beatriz solo logró salir del fondo del pozo cuando admitió el problema y buscó ayuda en Dios y en las amistades correctas. Con el apoyo de las personas de la iglesia ella comenzó a transformar su interior. “Al principio tuve algunas recaídas, pero no me rendí, y solo logré vencerlo cuando entendí que mi cuerpo es el templo del Espíritu Santo, y que solamente Dios podría llenar el vacío, y no las láminas. Ya no tuve más placer en aquellas prácticas.”
Hoy la joven es feliz, aprendió a valorarse y no se derrumba cuando surgen problemas. “Yo podría haber evitado el sufrimiento si hubiese sido humilde y buscado ayuda antes, pero hoy veo que fue necesario para que yo valore el amor y la misericordia de Dios. Tal vez si no hubiese llegado a ese fondo del pozo aún estaría viviendo de apariencia”, afirma.
Busque ayuda
Así como Beatriz, muchas personas vencieron el problema de la automutilación en la Universal. Si usted está pasando por un problema de este tipo, busque ayuda. Acérquese a la Universal más cercana a usted.
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