Marc Jacobs es uno de los diseñadores de moda más respetados e influyentes de la última década. Sin embargo, su relación con las drogas lo alejó de su familia, al punto de no tener contacto con ninguno de sus dos hermanos.
Según Maureen Callahan, autora del libro Champagne Supernovas, en el que revela secretos personales de grandes personalidades de la moda, Jacobs “tuvo que ingresar a un centro de rehabilitación porque lo estaban expulsando incluso de los aviones. Perdió completamente el control”.
Años atrás, en una entrevista el diseñador había afirmado: “nunca creí en la idea de que se supone que debes amar a los miembros de tu familia. Odio la idea de sentimientos obligados”.
Marcas del consumo
El adicto no es consciente del daño que provoca en su entrono familiar. La desconfianza y el miedo ganan espacio en el seno del hogar, y a medida que la adicción se acentúa, los lazos familiares se rompen.
Un hecho que suele repetirse en los relatos de quienes se liberaron de la droga es el recuerdo de haberle robado a sus propios familiares para poder consumir, hecho que termina destruyendo cualquier familia.
El adicto no logra salir de su prisión por sí solo, necesita ayuda y, si está apartado de sus familiares y rodeado de otros adictos, difícilmente pueda abandonar el vicio.
“Hacía de todo para sentirme bien, solo en Dios encontré lo que necesitaba”
Olga Antúnez era una persona muy nerviosa, ella se define como una mujer “de mal carácter, con una profunda tristeza, que se sentía sola”. Si bien la soledad la abrumaba, no quería a nadie a su alrededor. Todo el tiempo sufría con dolores de cabeza y gastritis, sin contar su vicio de alcohol.
Hacía de todo para sentirse bien, pero nada llenaba el vacío que sentía en su interior. Así fue su vida hasta que recibió una invitación para participar de las reuniones de la Universal. “Una amiga me invitó y acepté ir, aunque tenía muchas dudas. Por todo el sufrimiento que había pasado en la vida ya no creía en nada. Sin embargo, al participar de las reuniones comprendí que Dios podía cambiar mi vida y así fue”, cuenta sonriendo.
Si bien tuvo que perseverar en las reuniones, al creer que Dios cambiaría su vida, fue transformándose en una nueva mujer, su interior cambió, fue sanada y abandonó el alcohol. “Hoy tengo una vida plena, disfruto cada día, realmente soy feliz”.
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