¿Sabía usted que el Señor Jesús no vino a este mundo para salvar a los que están salvos? ¡Él vino para salvar a los perdidos!
Él no vino para los sanos, sino que vino a sanar a los enfermos.
Él no vino para aquellos que piensan que tienen una vida excelente, sino que vino para los afligidos, los enfermos, los rechazados, los perdidos, los deprimidos.
El Propio Señor Jesús dijo:
“Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.” Marcos 2:17
Por eso, sea cual sea su enfermedad – espiritual, emocional o física – cualquiera que sea su problema, ¡Jesús vino para usted!
Algunas personas que viven en el pecado piensan así: “Para mí ya no hay forma, no merezco la atención de Dios”.
¡Muy por lo contrario! Si está sufriendo, usted es la persona para la que Jesús vino.
Dijo Jesús:
“Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba.” Juan 7:37
¡El agua que Jesús ofrece es Su Espíritu!
¡Para saciar la sed de su alma, usted necesita recibir el Espíritu Santo!
¿Ya se imaginó tener el Espíritu del Señor Jesucristo dentro de usted?
Usted puede ser incluso una persona graduada, llena de diplomas, pero si tiene sed de vida, si está cansada de esa tristeza y depresión, sepa que solo el Espíritu Santo es capaz de hacer de usted una nueva persona, una nueva criatura.
Quien recibe el Espíritu Santo, comienza a vivir una nueva vida aquí con el Señor Jesús.
¡El Espíritu de Dios nos da sabiduría, discernimiento y condiciones para enfrentar los problemas, prevalecer y permanecer en la fe!