Un miércoles de renovación en la Sede Nacional de Argentina, donde recibimos una palabra clave para seguir firmes y fuertes en la fe.
Ciertamente Dios es bueno para con Israel, para con los puros de corazón. En cuanto a mí, mis pies estuvieron a punto de tropezar, casi resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de los impíos. Salmos 73:1-3
Una de las cosas más usadas por el mal para enfermar la fe, es la envidia. Es un espíritu tan fuerte que no solo ataca a los impíos, sino también a los que conocen la Palabra.
Los seres humanos vamos para donde miramos. Si nuestros ojos dejan de apuntar al Altar, eventualmente iremos a parar al infierno.
Porque sabía que los principales sacerdotes le habían entregado por envidia. Marcos 15:10
El espíritu de la envidia genera que seamos perseguidos y odiados. La envidia no nos hace mal si está afuera, pero sí si la tenemos adentro.
Características de los infectados por el virus de la envidia:
- Frustración y amargura: los envidiosos se frustran y se amargan; frecuentemente lanzan quejas sobre su vida y críticas sobre aquellos a quienes envidian.
- Agravio: comienzan a pensar en sí mismos como agraviados, víctimas de otros que «nunca los ayudaron» e incluso Dios, que «no consideró» todo su servicio y «pureza» de corazón.
- Compararse: es una tentación compararse con otras personas y juzgarse más merecedor que ellos.
He aquí, estos son los impíos, y, siempre desahogados, han aumentado sus riquezas. Ciertamente en vano he guardado puro mi corazón y lavado mis manos en inocencia; pues he sido azotado todo el día y castigado cada mañana. Si yo hubiera dicho: Así hablaré, he aquí, habría traicionado a la generación de tus hijos. Cuando pensaba, tratando de entender esto, fue difícil para mí, hasta que entré en el santuario de Dios; entonces comprendí el fin de ellos. Salmos 73:12-17
Cuando mi corazón se llenó de amargura, y en mi interior sentía punzadas, entonces era yo torpe y sin entendimiento; era como una bestia delante de ti. Sin embargo, yo siempre estoy contigo; tú me has tomado de la mano derecha. Salmos 73:21-23
Todos tenemos responsabilidades y problemas. El tema es que si nos comparamos con alguien, pasaremos a ver nuestra rutina como un castigo.
Muchos son víctimas del espíritu de la envidia dentro de la iglesia. A causa de ello, varios han abandonado ciertas responsabilidades o hasta la obra de Dios.
La salida de la envidia está en el Altar. Dios contesta con fuego cuando hacemos las cosas acorde a Su Palabra.
El diablo odia la fe racional porque ella hace que paremos de mirar a los demás y empecemos a mirar para nosotros y el Altar.