Martín Amarillo vivió situaciones de soledad, sufrimiento y dolor. Sus sueños serían destrozados por el vacío y la decepción.
Un callejón sin salida
“Los problemas de adicciones empezaron a los 13 años. Era una persona muy agresiva y estuve involucrado en las pandillas. En la calle, me agarraba a las piñas con cualquiera. La relación con mi familia no era buena, yo era la oveja negra. Salía a robar y me drogaba, había noches que me iba de casa y aparecía a los cuatro días borracho; cualquier tipo de droga me satisfacía. Buscaba salir de la realidad en la que vivía, consumía todo tipo de alucinógenos. Mis noches eran largas, había semanas en las que dormía 10 horas, porque vivía de gira. Hasta pensé en matarme, me puse la soga en el cuello y varias veces traté de ahorcarme. También, intenté tirarme debajo de un colectivo, tampoco me importaba morir en una balacera”.
Su vida seguía tornándose cada vez más difícil: “En lo económico, recuerdo que hubo un tiempo en mi vida que estuve muy bien. Trabajé en la gastronomía durante cuatro años, ganaba un buen sueldo, pero después me fue mal. Empecé a ser muy violento con mi pareja, la maltrataba psicológicamente y físicamente, le hice mucho daño. Ella tenía mucho resentimiento porque yo no hice las cosas bien”.
En el fondo del pozo
Martín aun no encontraba una salida, el tormento y la amargura parecían no tener fin: “Estaba solo, todos mis amigos se fueron cuando dejé de vender droga. En ese momento consumía pasta base, intenté salir adelante solo y no pude. Mi vida no valía nada, había perdido todo. A veces miraba la programación de la Iglesia drogado, me recuerdo que me acerqué a participar y el mismo viernes me liberé”.
Nunca es tarde para recomenzar
Él encontró en Dios las razones para tener una vida diferente y así volver a recomenzar: “A pesar de las luchas que se me presentan, estoy firme. Gracias a Dios, tengo mi casa, aproveché una oportunidad y tengo un emprendimiento con un socio, estamos creciendo. Hoy mi familia me ama. Dios es todo para mí, Le estoy muy agradecido, si no fuera por Él, tendría que estar preso o muerto porque estafé a varias personas. El Señor Jesús me salvó, por eso Le debo todo”, concluye Martín.
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