Laura es una joven que terminó su noviazgo con un hombre admirable. Ni ella sabe el motivo de esa decisión, tampoco comprende que el distanciamiento fue sucediendo de a poco, y de forma tan delicada, que cuando se dio cuenta, ya se encontraba demasiado lejos de él. Laura pasó a querer llenar esa falta, pero su tristeza, en el fondo, es saber que su amor no está en los lugares en los que lo busca. El dilema de Laura es intentar reencontrar a su amado, que un día fue despreciado, y que ella teme que la rechace.
Cuando lo reencontré estaba un poco confundida. No era una especie de desorientación o compasión, sino que llevaba una carga de humillación tan profunda que la única cosa que aún no lograba hacer era llorar.
La primera lágrima cayó discretamente. Conseguí mantenerla, pero era como si ella insistiera en caer. Como si ni ella soportara la amargura a la que se sujetaba. ¡Fue terrible esa sensación de soledad! Todo lo que pensaba era en encontrarlo, había sufrido demasiado ese día.
Mi novio estaba esperándome, pero yo no quería acercarme. Estaba amargada, resentida. No sabía si con él o conmigo, por la obstinación de hacer lo que quería hasta decepcionarlo.
Yo lo amé más que todo. Pero ese amor me sofocaba la mente y el corazón. Sé que fui ingenua pensando que sería feliz lejos de él. Le dije un día que no lo quería más. Para ser honesta, no se lo dije, se lo demostré.
Un día me dijeron que los gestos hablan más que las palabras. Yo sé que el gesto que hice, abandonándolo, dice todo al respecto.
Él no hizo nada, y nada es lo que podía hacer. Le di un tiempo, a mi manera, a esa relación unilateral. Ya hacía tiempo que no me sentía amada. En realidad. Eso era una sensación engañosa. No por su culpa, sino por la mía. Enteramente mía. Y era demasiado exigente, ingenua para aceptar sus consejos.
¡Él era tan inteligente! Me aconsejaba sobre mis cosas… ¡pero yo fui tan frívola, deshonesta e infantil! ¡Dios mío, como soportar esa distancia! Me siento tan lejos de él. Mi primer amor, mi primer y único amor.
Cuando subí la escalera de su casa, tuve una sensación extraña. Una mezcla de desprecio y alivio. Me parece que nunca voy a poder conseguir explicar eso, por la primera vez, me sentí amparada.
Me dijeron que lo esperara y lo hice. Me senté en una confortable butaca y le pedí a Dios que él me recibiera bien. Mi ex-novio no tardó en llegar. Cuando supo que yo estaba ahí, vino inmediatamente a mi encuentro.
No lo vi llegar.
Pero cuando apareció, estaba adelante mío y no lo había notado. Estaba con mis pensamientos tan dispersos…
Bueno… No sabía como actuar, si me disculpaba o si derramaba mi corazón en llanto. Si imploraba por su perdón y le pedía una oportunidad, o salía corriendo de ahí.
Lo único que sabía, era que él me quería decir algo. Entonces, cerré los ojos y esperé.
Espere la continuación…