La gran decepción
Laura es una joven que terminó su noviazgo con un hombre admirable. Ni ella sabe el motivo de esa decisión, tampoco comprende que el distanciamiento fue sucediendo de a poco, y de forma tan delicada, que cuando se dio cuenta, ya se encontraba demasiado lejos de él. Laura pasó a querer llenar esa falta, pero su tristeza, en el fondo, es saber que su amor no está en los lugares en los que lo busca. El dilema de Laura es intentar reencontrar a su amado, que un día fue despreciado, y que ella teme que la rechace.
Beto se comportaba extraño hacía algunas semanas. Lo llamaba para pasear o para tener una simple conversación, pero siempre me ignoraba. Se rehusaba completamente. Sheila, sin embargo, estaba siempre presente.
Al principio, era como una amiga. No paraba de elogiarme, y buscaba agradarme constantemente. Recuerdo una vez en la que estábamos conversando junto a otros amigos. La mayoría de sus palabras se dirigían a mí, siempre elogiándome o intentando satisfacerme con pequeñas cosas. Siempre me consideré un poco boba, y al comienzo creía que eso era una demostración de amistad.
Pero comencé a percibir cosas, y pasé a trazar un paralelo entre sus formas y las de mi novio. Los dos actuaban de forma muy extraña – cada uno a su manera, claro, pero como siempre lo veía de lejos, me di cuenta de lo que estaban intentando ocultarme.
¿Cómo podía ser posible? Ella es mi amiga, me hace regalos, me defiende, siempre quiere estar cerca de mí, y me lanza a las alturas con sus palabras incentivadoras. ¿Cómo puede hacerme una cosa de esas?
Un día descubrí cómo. Salimos juntas de la iglesia – una iglesia tradicional a la que solíamos ir -, Beto estaba con nosotras. Él ni quería hablar conmigo. Estaba tan frío como un trozo de hielo – sé que esa comparación está muy usada, pero lo digo así para que comprendan su grado de frialdad. Cerca de la puerta, le dije:
– Beto, necesitamos conversar.
A esta altura, Sheila también estaba fría. Ya no me visitaba más, ignoraba mis llamadas y, cuando me veía, hacía como que yo no estaba ahí. Hasta pasó a cambiar su recorrido, sólo para no toparse conmigo. Me confundí. Hasta que comprendí todo.
– Estoy muy ocupado ahora. Necesito resolver un asunto en la casa de mi tía – respondió, bajando la cabeza. Ni siquiera me miró a los ojos. Sheila, mientras tanto, estaba a su lado, y tan cerca, que pude ver su mano tocando la de él.
No lo creí, pero, al mismo tiempo, mi mente fue abriéndose, y todas las situaciones de agrado y elogios me vinieron a la cabeza. Entendí todo. Ellos estaban juntos. Ella, mi gran amiga, y mi novio. Doble traición. ¡Doble decepción!
No sé si ya pasaste por eso, pero tuve ganas de enfrentar a ambos. Pero ahí vi que estaba en la calle y enfrentando la expectativa de dos que nos conocían. Imagino que deseaban ver un escándalo. Pero me contuve. Y tuve que convivir con aquel despecho durante varias semanas y volver nuevamente a las tristezas que siento cuando termina una relación.
Espere la continuación…