Muchas personas dicen que tienen fe. Si detenemos a algunas en la calle y les preguntamos si la poseen, casi todas, si no son todas, afirmarán que sí. La palabra fe forma parte del vocabulario de casi todos. Es una palabra popular. Pero su verdadero sentido, su significado real, su esencia… pocos la conocen.
Aunque los encuestados fueran personas que profesan una creencia, aun así, encontraríamos a muchas personas explicando la fe de una manera equivocada. Esto se debe a una artimaña diabólica, una estrategia infernal para neutralizar la ÚNICA ARMA que tenemos a nuestro favor en esta guerra espiritual que vivimos cada día. El infierno quiere confundirlo sobre la FE.
Sí. Es exactamente eso, solo basta que hagamos una analogía: ¿De qué le serviría a una nación pequeña y débil que le regalaran una súper arma nuclear, una que nunca habían visto antes en sus vidas? ¿Qué es lo que esta arma podría cambiar de su triste realidad? Nada. Simplemente porque un arma tan avanzada es también difícil de manejar. Y ellos, porque no tener un conocimiento al respecto sobre este poderoso artefacto, no podrán hacer mucho con él.
Pero, ¿qué tiene que ver esto con la fe? Todo.
Para muchos la fe es como esa súper arma nuclear, un arma que puede cambiar la historia de su vida, pero, por no saber cómo utilizarla, los resultados han sido casi nulos o incluso negativos.
Hemos visto a millares de personas que afirman tener una fe y que llegan a nuestros templos con la vida totalmente destruida. ¿Cómo es posible? ¿Ellas no tienen fe?
Es la estrategia del infierno en acción, confundir a las personas, no para que dejen de usar la fe, sino para que lo hagan de una manera equivocada, de una forma para que no obtengan resultados efectivos.
Entonces, ¿cómo saber cuál es la forma correcta de usar esta arma? Sencillo: Tenemos un manual de referencia sobre ella, la Biblia. Y en la misma encontramos un ensayo explicativo sobre la fe:
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.
Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la Palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.
Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Le hay, y que es galardonador de los que Le buscan.
Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.
Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.
Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa;
porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel Quien lo había prometido.
Por lo cual también, de uno, y ese ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.
Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.
Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;
pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.
Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no Se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.
Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito,
habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia;
pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.
Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras.
Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado sobre el extremo de su bordón.
Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos.
Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey.
Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón,
escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado,
teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.
Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.
Por la fe celebró la pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocase a ellos.
Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados.
Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días.
Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz.
¿Y qué más digo?…” (Hebreos 11:1-32)
La fe no es un sentimiento, no es una sensación, no es una emoción, la fe es una certeza sobrenatural dentro de cada uno de nosotros de que el Dios Todopoderoso está con nosotros y es imposible que perdamos una batalla.
¡Que Dios los bendiga a todos!
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