La fe desequilibrada solo le da lugar al fanatismo. Leé la leyenda y entendé.
Todo lo que Dios hace es perfecto, y en Su perfección el equilibrio siempre está presente, incluso cuando se trata de la fe.
La fe es el elemento que posibilita al ser humano conducir su vida con prudencia, estabilidad y sabiduría. Este poder se vuelve esencial en todo momento, sin embargo, cuando se aprovecha de manera desequilibrada, deja de ser dirigido por el Altísimo y comienza a ser dirigido por el corazón, generando conflictos internos y externos, además de prejuicios irreparables.
Ante esto, la Palabra de Dios nos orienta:
«No seas demasiado justo, ni seas sabio en exceso. ¿Por qué has de destruirte?», Eclesiastés 7:16.
Esto quiere decir que incluso los que se creen dotados de sabiduría y justicia, si las practican con desequilibrio, están sujetos a su propia destrucción.
A Salomón, por ejemplo, se le atribuyó una sabiduría y un conocimiento que no podía medirse (1 Reyes 4:29), aun así, la falta de equilibrio en sus actitudes y decisiones le dio espacio al orgullo y, consecuentemente, a su ruina. Lamentablemente, hoy esa misma historia se repite entre muchos religiosos que se vanaglorian por alimentar una fe emotiva, carente de inteligencia o raciocinio, sin darse cuenta de que la fe desequilibrada solo le da lugar al fanatismo.
El Espíritu del equilibrio:
La fe que agrada a Dios está pautada en Su Palabra, y para alcanzarla es necesario usar el entendimiento que solo el Espíritu Santo es apto de conceder.
«Pero cuando Él, el Espíritu de Verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir.» Juan 16:13
Buscalo sobre todas las cosas y disfrutá de la plenitud de vida por medio de una fe inteligente, es decir, equilibrada.