“Cuando entré en la iglesia, hace 4 años, nunca pensé o soñé en ser una esposa de pastor. Sin embargo, cuando entré en la Obra como obrera, hace 8 meses, pensé más en esto. En este período, fui llamada para estar en el grupo que surgió aquí en mi iglesia: “Mujeres del Altar”. Desde entonces, he sido muy perseguida por personas diciendo cosas horrendas sobre lo que es ser esposa de pastor y, sinceramente, llegó a darme un hormigueo en la panza. Inmediatamente después, clamé a Dios para que quite eso de mí, pues si es por servir, en el atrio o en el altar, no me importa el título, lo que me importa es servirlo de todo mi corazón.
Yo escribí todo esto para que usted tenga una noción de lo que estoy pasando. Pero lo que yo quiero saber realmente es si lo que me hablaron es verdad. ¿Es tan malo y difícil ser esposa de pastor?
Yo sé que no es un mar de rosas, no es fácil, sin embargo no creo que sea tan horrible, pues si fuera verdad, no existiría esposa de pastor, ¿no es cierto?
¡Por favor, ayúdeme!” – Amiga.
Respuesta:
Linda, todo depende de la manera en que vemos las cosas. A partir del momento en que existe el inmenso deseo en lo más profundo de nuestro ser de servir a nuestro Señor, entonces, nada en este mundo nos traerá más satisfacción.
Cuando colocamos nuestra vida en el altar, nos volvemos como ese animal que es sacrificado, o sea, dejamos de vivir para nuestra propia voluntad y pasamos a vivir para hacer la voluntad y la Obra de nuestro Padre, así como nuestro Señor Jesús hizo. ¡Vea qué maravilla! Desde mi punto de vista, no existe mayor privilegio que ese.
No tenemos el derecho de elegir donde vivimos o servimos. No tenemos planes o sueños personales, sin embargo, ninguna de esas cosas se compara con la alegría y el placer de estar cerca de nuestro Dios y del Alto privilegio de ser usadas por Él.
¡Así es como yo lo veo! ¿Y usted? ¿Cómo lo ve usted?
En la fe,
Flávia Barcelos.
(*) Flávia Barcelos es esposa de pastor y hace la Obra de Dios en Inglaterra. Respuesta retirada del blog de Cristiane Cardoso.