Para conquistar la Salvación, es necesario que seamos humildes, no en el sentido socioeconómico, sino en el aspecto espiritual. La humildad nos capacita para ser verdaderos con nosotros mismos y para aceptar que somos dependientes de Dios.
Si nos apoyamos en nuestro propio orgullo y creemos que podemos vivir sin Dios, no miramos el hecho de que, en algún momento, podremos fallar, o que alguna adversidad puede llevarnos al fondo del pozo. Y si eso sucede, por estar lejos de Dios, nuestro fracaso será inevitable.
El obispo Edir Macedo habló con exclusividad sobre el tema. A continuación la entrevista:
¿En qué se relaciona la humildad con la Salvación del alma?
Obispo Macedo (OM): No hay manera de que la persona sea salva si no es humilde. Primero, tiene que ser humilde. El Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” Mateo 5:3
El Reino de los Cielos es la Salvación. La puerta de entrada al Reino de los Cielos es la humildad. Por eso, la persona debe ser humilde para aceptar creer en un Dios invisible, que no se siente, no se toca, y así, tener acceso a ese Dios infinito e invisible. Tiene que tener humildad para reconocer que Él existe y que es Galardonador de los que Lo buscan. Eso es humildad. La persona tiene que tener humildad para conquistar el Reino de Dios. No tiene otra salida.
¿Cómo logra la persona encontrar la verdadera humildad?
OM: Todo el mundo que está salvo, está salvo porque se encontraba en el fondo del pozo y se veía perdido. Para que sea salva, la persona tiene que reconocer que está perdida y que necesita Salvación.
Entonces, ¿la humildad no tiene nada que ver con la personalidad de la persona?
OM: No, tiene que ver con reconocer. La humildad no está relacionada a la posición socioeconómica. La humildad es de espíritu, una humildad interior, íntima, que es algo personal.
¿Por qué Jesús dijo que es tan difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos?
OM: Porque el rico no tiene humildad. Tiene dinero y confía en el dinero. Entonces, la humildad en él es inexistente. Solo por eso, no entra. No es que Dios le prohíba al rico entrar en el Reino de los Cielos, el problema es que él confía en la riqueza, y para dejar de confiar en la riqueza y confiar en el Dios invisible, tiene que ser humilde.
Para que la fe funcione, debe ser audaz. Entonces ¿cómo podemos hacer un paralelo entre esa fe y la humildad?
OM: La persona solo tiene una fe agresiva si es humilde, porque esa fe agresiva viene de Dios. Y Dios solo le da Su poder a los humildes. Él no va a darle Su poder a alguien pedante, orgulloso, porque la persona confiará en sí misma y no en el poder de Dios. La persona solo tiene acceso a esa fe audaz si es humilde. Si no es humilde, no tiene condición de tener fe, porque la fe proviene del Espíritu Santo.
¿Cómo logra una persona entender que necesita disminuir su “yo”, para que Dios pueda crecer?
OM: Para eso, la persona tiene que descender al fondo del pozo, tiene que comenzar de cero. Si no desciende al fondo del pozo, no va a ser humilde. Porque es en el fondo del pozo que reconoce que no tiene escapatoria, no tiene adónde huir, no tiene salida. Entonces, si mira para un lado, mira para el otro y no ve la salida, obligatoriamente, va a tener que mirar hacia lo Alto.
Cuando mira hacia lo Alto y Le pide ayuda a Dios, en ese momento, entra la humildad, el reconocimiento. Ella piensa: “Realmente fallé, necesito de Ti, estoy desesperada, no hay salida para mí, solo Tú me puedes ayudar. Si Tú existes, ¡ayúdame!” Ahí, entra la humildad, pero esa humildad solo es posible para la Salvación cuando la persona está en el fondo del pozo. Ahí es liberada de ese pozo y Dios le concede la fe audaz para tomar posesión de las demás bendiciones.
¿Cuál es el mayor objetivo de la fe?
OM: La mayor grandeza de la fe no es la conquista material, la conquista del éxito. La mayor conquista de la fe es la Salvación. Ese es el fin de nuestra fe, es el objetivo de la fe. La vida eterna no es algo gratuito, no cae del cielo para todo el mundo, sino que es algo de lo que usted tiene que tomar posesión. Pablo dijo: “echa mano de la vida eterna…” (1 Timoteo 6:12) Jesús confirmó eso cuando dijo: “…el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.” Mateo 11:12
La fe tiene sus misterios, pero el objetivo es la Salvación eterna. Es su fundamento. Por eso es que proviene de Dios, no viene del hombre ni de la ciencia, sino de Dios. Es Él quien nos da esa fe. Corresponde a cada uno de nosotros guardar esa fe para tomar posesión de la vida eterna. Y eso es una cosa personal, una guerra personal. Entonces, vamos a enfrentar el inferno para llegar allá, pero tenemos fuerza para eso.
Continuando con la fe, muchas personas conquistan lo que anhelan, pero terminan perdiéndolo, de una forma o de otra. En ese caso, ¿qué es lo que pueden hacer para mantener lo que conquistan?
OM: Vea el caso del pueblo de Israel. Digamos que habían salido 3 millones de personas de Egipto, pero solo dos entraron a la Tierra Prometida. La Tierra Prometida es Jesús. El desierto por el cual pasaron a lo largo de 40 años, son las tribulaciones, las dificultades, los infernos que tenemos que enfrentar cada día. Para prevalecer y permanecer en esa conquista hasta el fin, perseverando hasta el final, tengo que mantenerme firme en la fe porque los adultos que salieron de Egipto no lograron mantenerse en ella, aun habiendo visto las maravillas de Dios.
Trayendo la historia del pueblo de Israel, que salió de Egipto, a los días de hoy, ¿cómo podríamos definir ese desierto en la actualidad?
OM: una analogía de esa travesía por el desierto es nuestra propia travesía. También estamos atravesando ese desierto para llegar a la Salvación, a Jesús. Tenemos que enfrentar los desiertos con los escorpiones, serpientes, lagartos… Y cuando lleguamos a la Tierra Prometida, tenemos que vencer a los cananeos, a los filisteos, en fin, a los enemigos para mantenernos allá.
(*) Colaboró Daniel Cruz