¿Confiarías en tu impulsividad? Lo más razonable sería decir “no”, ya que en el centro de ella se aloja la parte más oscura de nuestro ser, la incoherente e irracional. Quien sucumbe ante esta manera de actuar pone en primer lugar a sus emociones falibles y deja de lado la razón.
La impulsividad fomenta opiniones irreductibles y temperamentos explosivos. Cualquiera de estos surge por no pensar antes de actuar. Cuando las emociones están a flor de piel, se dicen palabras que pueden causar un dolor intolerable. No en vano, en Proverbios 20:25 leemos: “Lazo es para el hombre decir a la ligera…”, porque esa precipitación lleva a conclusiones y juicios de los que no se puede volver tan fácilmente.
Génesis 4:5-8 cuenta que Caín se enojó con su hermano Abel, cuando este agradó a Dios con su ofrenda. El Señor le alertó para que no se dejara llevar por el impulso de su ira y le dijo:
“… el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo”.
Aun así, irreductible, “… Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató”.
Por otro lado, en el Nuevo Testamento vemos el ejemplo de Simón Pedro que, descontrolado ante el arresto de Jesús, desenvainó la espada “… e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco” (Juan 18:10). Vemos que la impulsividad puede instigar a cualquiera. Sin embargo, sorprende el hecho de que alguien se considere cristiano y que permita que aflore su naturaleza impetuosa. Estos actúan así por solo haber sido convencidos con las bendiciones recibidas. Desconocen que solo a través del Espíritu de Dios es posible ser a Su imagen y semejanza, lo que se revela en sus acciones.
La persona impulsiva, por lo tanto, demuestra que su confianza en Dios es insignificante. En cambio, quienes tienen el ADN Celestial cargan en sí las virtudes del Espíritu y gozan de dominio propio (Gálatas 5:22).
UNA NUEVA VERSIÓN
La acción de Pedro deja en evidencia lo poco que estaba preparado espiritualmente. En apariencia, se mostró cuidadoso, pero, al usar la espada, se reveló como un hombre impulsivo. A fin de cuentas, momentos después él negaría al Señor Jesús cuando algunos criados lo cuestionaron (Juan 18:18-25).
Luego, él fue restaurado por el Señor. Cuando descendió el Espíritu Santo, Pedro se convirtió en un nuevo hombre y dejó atrás el historial de oscilación entre su fe y su lado emocional. En su predicación, más de tres mil personas
“… compungidos de corazón, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:36-37).
El Pedro vacío hirió a Malco, pero lleno del Espíritu Santo benefició a miles:
“… los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil almas” (Hechos 2:41).
Cuando es más fuerte que los deseos del corazón, el espíritu humano es capaz de controlar sus voluntades e impulsos. Pero ¿cómo mantenerlo más fuerte que el corazón? La respuesta es: DECISIÓN.
Por eso, decidí no dejarte llevar por la bronca, no ser controlado por el nerviosismo, no ser esclavo de tus impulsos, no ser acorralado por los vicios, no caer en tentación. Decidí ser más fuerte que aquello que te ha hecho tropezar. Fortalecé tu espíritu uniéndote al Espíritu de Dios. Esa conexión hace que tengas fuerzas para vencer a todo lo que parezca ser mayor que vos. Lo que sea demasiado difícil para que lo hagas solo, Él lo hará por vos. Es un paso tuyo y un paso de Dios. Teniendo control de tu espíritu, será mucho más fácil resolver cualquier problema.
Dedos impulsivos en las redes
La “verdad” nunca estuvo tan en auge como en estos tiempos de redes sociales y sus jueces. En nombre de esta, la impulsividad de escribir lo que se te viene a la cabeza —sin necesariamente haber tenido tiempo suficiente para procesar el tema— se revela en publicaciones, debates y comentarios subidos de tono. Sin embargo, si los pulgares son usados impulsivamente, no dejes de lado tu habilidad de tener sentido común.