Cada 2 de mayo se conmemora el Día Internacional de lucha contra el bullying, el cual es definido por la Organización Mundial de la Salud como el “acoso físico o psicológico al que someten de forma continuada a un alumno sus compañeros”. Si bien esta problemática se suele asociar con la infancia, también se presenta en la
vida adulta. En este caso, se la conoce como “mobbing”. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), es “toda aquella acción verbal o psicológica puesta en práctica sistemática y persistentemente para humillar, ofender o amedrentar a una persona en el entorno laboral”. Se hace visible a través de humillaciones, exclusión, burlas constantes, manipulación emocional o abuso de poder. A veces se disfraza de “bromas”. Las consecuencias son: ansiedad, baja autoestima, aislamiento e incluso depresión
DETRÁS, UN PROBLEMA ESPIRITUAL
El que comete la agresión atraviesa un conflicto y está siendo engañado por el mal, ya que piensa que hacer daño a los demás ayudará a aliviar su dolor. Frente a este panorama, es importante romper el ciclo.
La Biblia dice: “No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien” (Romanos 12:21). Esto significa que, si sos la persona que intimida a otros, tenés que ser honesto, reconocer tus actitudes, pedir perdón a Dios y a la
persona que ofendiste, y buscar ayuda para abandonar esa manera de actuar.
HORA DE ACCIONAR
Si sos víctima de mobbing, no pagues con la misma moneda. Contale a alguien lo que sucede, pedí ayuda para superar esta situación y orá por quienes te lastimaron para que cambien su manera de vivir. Si conocés a alguien que lo está padeciendo, no guardes silencio, porque esa actitud ayuda a que el daño se perpetúe. Contale a alguien lo que está sucediendo y orá por las personas involucradas. Para vencer el mal hay que hacer el bien.
Es importante recordar que las víctimas son tres: la que lo sufre, la que lo hace y la que lo ve sin hacer nada al respecto. Todos, de alguna manera, son víctimas del miedo, de la falta de autoestima, del sentimiento de rechazo,
del silencio y del abandono, entre otras cosas. Fomentar una cultura de respeto, donde cada individuo se sienta valorado y seguro, es el primer paso. Todos tenemos un papel importante en ello.