Siervos del Altísimo son aquellos que fueron escogidos para el Altar, porque antes ya vivían en el Altar.
Si vivimos una vida de sacrificio, renunciando a nuestra propia voluntad, mostramos un carácter de acuerdo con el de Dios. Así, mantenemos nuestra dignidad de Siervos. Es eso lo que determinará nuestra permanencia en el Altar.
El Altar es nuestra verdadera morada, por eso no importa dónde estemos y en qué condiciones estemos. La casa que tenemos sirve solo para rehacer nuestras fuerzas físicas y pasar algunos momentos con nuestra familia. Pero es en el Altar donde vivimos, y con eso no podemos jugar.
Dios no perdonó ni a los propios ángeles, que rechazaron y despreciaron el privilegio que nosotros tenemos hoy.
…Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran Día. Judas 1:6
Los escogidos para el Altar no pueden renunciar a su dignidad de “Siervos del Altísimo”, a través del carácter presentado. Y tampoco abandonar su propia morada que, para los ángeles, fue el cielo, y, para nosotros, es el Altar.
Para aquellos que son negligentes y descuidados, las consecuencias
son severas.
Obispo Djalma