El alma es nuestra mayor riqueza. Aunque no tengamos nada, la vida y el alma valen más que el oro o el dinero. Dios nos dio la vida de Su Hijo para salvar nuestras almas. (Juan 3:16).
Mucha gente piensa que Dios los perdona automáticamente, pero si fuera así, el Señor Jesús no habría hablado del infierno, de la Vida Eterna ni del diablo.
La pregunta es: ¿tenés la certeza de la Salvación de tu alma? ¿Sabés adónde irás cuando abandone tu cuerpo? La certeza de la Salvación trae paz interior, que es la verdadera señal de un alma salva. Sin esta paz, la gente intenta llenar el vacío con posesiones, éxito o familia, pero nada de esto garantiza la Eternidad.
La Biblia nos lo recuerda a través de la cita del apóstol Pablo, quien dice:
“Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha.” (1 Corintios 13:3).
En otras palabras, si no tenés a Dios en vos, a través del Espíritu Santo, tus acciones o logros caritativos no servirán de nada.
Por lo tanto, si tu alma no está en paz, es hora de entregársela a Jesús, permitir que Él guíe tu vida y te dé Paz ahora y por toda la Eternidad.
Todo lo que acumulamos en esta vida quedará acá, pero el alma permanecerá y pasará a la Eternidad. ¿Y qué has preparado? Eso es lo que realmente importa. Jesús lo dejó claro con la parábola del rico, quien, al observar sus riquezas y logros, le dijo a su alma que disfrutara de todo lo que tenía. Pero Dios lo trató de loco porque su alma sería requerida esa noche y lo interrogó: “… Y ahora, ¿para quién será lo que has provisto?” (Lucas 12:20).
La paz del alma no depende de la riqueza, del éxito ni del reconocimiento. Depende de estar en comunión con Dios y confiar en la Salvación que Jesús ofrece. Así que, entregale tu alma y viví con seguridad y tranquilidad interior.
