Sabemos, por ejemplo, que Judas Iscariote traicionó al Señor Jesús; por eso, fue excluido del grupo de los doce apóstoles.
Sin embargo, él estuvo con el Señor durante todo Su ministerio terrenal. ¿Por qué terminó traicionando al Señor, a pesar de haber tenido el privilegio de ver las maravillas de Dios con sus propios ojos?
Lo que sucede es que su mal comportamiento no había salido de su interior. Nunca se había convertido, sino que se había convencido, a causa de los milagros que presenció. Y cuando la oportunidad surgió, su naturaleza maligna reveló quién era realmente: un instrumento del diablo.
En el perfil de cinco de las siete iglesias de Asia, cuando el Señor Jesús les descubre la desnudez, también comprobamos la indecencia del comportamiento. Para algunas hay elogios y reprensiones; para otras solo represalias; pero para Esmirna y Filadelfia solo hay elogios.
Quizás esa sustitución de la tribu de Dan sea un alerta para la Iglesia, o para las personas que tienen solo fachada de cristianos, o sea, aquellas cuyo exterior presenta todas las características cristianas, pero en su interior, en el corazón, no tienen nada que ver con el Señor Jesús.
Esas personas están convencidas a la fe cristiana, y no convertidas a ella. Quizás el hecho de pertenecer a una denominación cristiana, de dar sus ofrendas e incluso de ser fieles en los diezmos, las hace convencerse de que sus nombres están escritos en el Libro de la Vida.
No obstante, sus frutos son totalmente contrarios a los del Espíritu Santo. El Señor Jesús dijo: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.” (Mateo 5:20)
Creemos que la expulsión de la tribu de Dan representa también la expulsión de mucha gente que piensa que participará de las Bodas del Cordero.
En el tiempo de la jueza Débora, Israel tuvo una gran victoria sobre los cananeos. Debido a eso, entonó un cántico de triunfo, refiriéndose al coraje y la valentía de las tribus de Israel, que, participaron de esa batalla, con excepción de solo una: la tribu de Dan.
Para con esta tribu, ella interrumpe su cántico y pregunta: “…y Dan, ¿por qué se estuvo junto a las naves? Se mantuvo Aser a la ribera del mar, y se quedó en sus puertos.” (Jueces 5:17)
Es decir, la tribu de Dan huyó de la lucha, aunque era una de las más fuertes de Israel. Dan simboliza al grupo de cristianos falsos y cobardes.
El seguidor del Señor Jesús tiene dentro de sí el carácter de Él. Cuando la persona muestra cobardía ante la lucha es porque no está absolutamente segura de su fe cristiana. Ella mantiene su fachada ilusoria de cristiana mientras todo va bien, pero cuando surgen las batallas, se acobarda y huye.
Así fue con Judas Iscariote. Él era un judío como los demás apóstoles; por lo tanto, del mismo pueblo del Señor. Sin embargo, vino a ser el traidor de Jesús. Creemos que este será también el perfil del anticristo: un traidor de la nación de Israel; un judío convertido a Babilonia, que llegará a ser su líder supremo.
Entonces, se manifestará en él la naturaleza del anticristo, el perseguidor implacable de los cristianos convertidos. Debemos estar atentos a la elección del próximo líder máximo de Babilonia. Si él tuviera orígenes judaicos, entonces seguro será el anticristo.
La sustitución de la tribu de Dan por la tribu de Manasés debe tener también ese sentido, pues el anticristo deberá ser un judío natural, que pertenece a una de las tribus de Israel.
La tribu de Dan es justamente esa que tiene todas las características para generar al anticristo. No fue en vano que Jacob, su padre, la llamó “serpiente y víbora”.
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