“Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí. Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías.” Mateo 1:5-6
Qué honra tener el nombre incluido en la genealogía del Señor Jesús.
Un privilegio de pocos. Sin embargo, si prestamos atención, veremos que falta un nombre, Betsabé, hija de Eliam, madre de Salomón.
El nombre de Urías, su esposo que murió, fue mencionado, pero no el nombre de Betsabé. Ella incluso formó parte de la genealogía, pero no tuvo su nombre escrito en ella.
Del mismo modo, muchos incluso fueron parte de la formación de Cristo en la vida de miles de personas que fueron salvas, pero ellos mismos no tuvieron sus propios nombres escritos en el Libro de la Vida.
Son esos los que, literalmente, sacrificaron años de la propia vida. Abandonaron sus sueños, sus proyectos personales y se dejaron incluir en el Proyecto de Dios, en Su obra de salvación.
Al igual que el apóstol Pablo, sintieron los dolores del parto de día y de noche, hasta que Cristo fuese formado en los salvos (Gálatas 4:19), pero lamentablemente, por varias razones que no justifican, no tuvieron sus nombres escritos en el Libro de la Vida. Es decir, incluso salvaron, pero ellos mismos no fueron salvos.
En este momento, gracias al Espíritu Santo, recordamos una vez más las Palabras del Señor Jesús:
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” Mateo 16:26
Nunca podemos olvidar que aquel que fue salvo, fue salvo para salvar y mantenerse salvo hasta el fin.