La fe es un arma de ataque y defensa; y como tal, solamente debe ser usada contra el diablo y su imperio. Debemos tener mucho cuidado para no utilizarlo como un arma personal contra nuestros semejantes. En las falsas religiones, las personas utilizan la fe, que no es la verdadera, pues no brota del corazón de Dios, para hacer el mal a otras personas. Usan este tipo de fe para amenazar y provocar situaciones de las cuales puedan tomar ventaja.
Entre los que se dicen cristianos, muchos quieren usar la fe de modo semejante, y viven persiguiendo a aquellos que deberían considerar hermanos en la fe. Es por eso que en las iglesias existen luchas, divisiones, intrigas, chismes y tantos otros comportamientos que no agradan a Dios. Infelizmente, al arrogancia, la falta de amor, la falta de paciencia y de confianza total en Dios hacen con que se utilice una especie de fe, contraria, o sea, la fe como se fuera una confianza apenas en los propósitos humanos.
Usamos la fe para agradar a Dios, bendecir a las personas, liberarlas, curarlas y conducirlas al Señor Jesús. La fe es poderosa contra el diablo y sus demonios; en consecuencia, contra todas las obras del mal. Es dinamita. Es eso: la fe es la llama que enciende la mecha del poder de Dios, provocando una explosión que destruye todo aquello que es malo, perverso y trae infelicidad al hombre.
(*) Fragmento extraído del libro “Misterios de la Fe” del obispo Edir Macedo.