Como sistema corruptor de la fe, las religiones, incluyendo la evangélica, logran transferir la fe del campo racional al emocional. Siendo así, obligan a sus víctimas a tomar decisiones de acuerdo con el corazón. Resultado: vidas sin calidad y, peor, malos testimonios para los demás.
El espíritu religioso en la religión evangélica ha impedido que sus víctimas mediten en la Palabra de Dios. Y, para compensar, las ha hecho pensar que el basto conocimiento y la memorización de versículos bíblicos son suficientes para agradar al Altísimo.
Sin embargo, la comunión con Dios solo es posible en la base espiritual. Esto es, en su intelecto. Él no es Dios de fanáticos o desequilibrados emocionales. Al contrario, Él busca a verdaderos adoradores que Lo adoren en espíritu y en verdad. Desprovistos de sensacionalismo o exageración.
El primer y mayor objetivo de las religiones es prohibir la entrada de personas pensantes al Reino de Dios. Luego, mantener a los ya “enganchados”, acomodados en la fe emotiva.
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.” Romanos 12:1