La fe inteligente no es un disparo en la oscuridad.
Se cree en lo invisible para tornar posible lo imposible. Pero, es necesario asociar la fe con la imaginación.
La fe es certeza. Sin embargo, es imposible tener certeza de algo que no se imagina.
Soñar, tener visión, profetizar (confesar) o imaginar algo que se quiere es obra del Espíritu de Dios en Sus siervos y forma parte de la fe conquistadora.
“Y sucederá que después de esto, derramaré Mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones.” Joel 2:28
La fe del Espíritu imagina el futuro materializado en el presente. Y se mantiene en ese objetivo hasta su realización.
Por eso, la fe es la certeza de lo que se espera (cosa imaginada), la convicción de lo que no se ve (hechos visibles en el sueño). Hebreos 11:1
Es imposible separar la fe de la imaginación.
Alguien irascible, difícil de soportar, quiere cambiar su comportamiento por entero. Quiere dejar de ser temperamental.
Al tomar conocimiento de que la fe en Jesús es capaz de hacerlo todo nuevo, inclusive ser una nueva criatura, entonces nace el deseo de cambiar.
A partir de entonces, imagina la nueva criatura dócil, humilde, alegre y llena de paz. Después, busca, por medio de la fe, usando sus recursos: meditación en la Palabra de Dios, oración, ayuno y, sobre todo, abandono de los pecados.
Esa acción de la fe provoca la reacción del Espíritu Santo para generar en ella la nueva criatura tan soñada.
“… pero el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna.” Juan 4:14