La fe es necesaria para la conquista del perdón y de la salvación eterna. Ella exige arrepentimiento sincero. Pero el sentimiento de pesar por el error cometido no es arrepentimiento, sino remordimiento.
El arrepentimiento es la actitud de fe para la confesión y el abandono del pecado. Judas es un ejemplo del remordimiento. Él, motivado por el sentimiento de remordimiento se suicidó, cosa que Judas jamás habría hecho si se hubiese arrepentido por la traición que había cometido.
Pedro (como el ejemplo de Judas), se arrepintió verdaderamente. Vemos así que arrepentimiento no tiene nada que ver con sentimientos, pero sí con actitudes de renuncia y abandono del pecado. ¡Esto es acción!
Relacionar sentimientos del corazón al arrepentimiento o a la fe es un error gravísimo. Es la principal razón de las frustraciones espirituales. La persona que siente tristeza por haber ofendido a alguien es tan acribillada por el remordimiento que acaba pidiendo perdón al ofendido.
Pero, pasado un tiempo olvida aquella ofensa y comete otro peor contra la misma persona. ¿Por qué? Porque no hubo arrepentimiento de la primera ofensa cometida.
El arrepentimiento sincero incluye un cambio de comportamiento en relación a Dios y a las demás personas. Se verifica así que la conquista de la Salvación eterna depende de actitudes de fe, tanto para el arrepentimiento sincero como para perdonar al prójimo.