Me diagnosticaron hipertensión hace 25 años, cuando tenía 30 años. En esa época, vivía en Estados Unidos y siempre tuve acompañamiento médico para verificar cómo estaba la presión arterial.
En una de las visitas al cardiólogo, después de un electrocardiograma, él me dijo que yo tenía una cardiomiopatía hipertrófica, que era una enfermedad del miocardio (músculo del corazón), en la cual una porción del corazón presenta un tamaño aumentado, como un músculo del brazo crece cuando se levanta peso, el músculo cardíaco crece a causa de la hipertensión o también por causas genéticas.
Cuando a alguien le diagnostican hipertrofia del corazón, no existe “cura” a través de medicamentos, se puede evitar que la situación empeore, sin embargo no se revierte. Además de eso, el progreso de la anomalía puede causar un infarto, un ACV o arritmia cardíaca, que puede llevar a la muerte súbita.
Cuando volví a Brasil, hace 18 meses, busqué a un cardiólogo que, a través de un ecocardiograma, confirmó la anomalía. Le comenté a mi esposa que no aceptaba esa situación y determiné un cambio. ¡Tomaba el agua del tratamiento el domingo por la mañana con la certeza de que sería curado!
En el penúltimo ecocardiograma, el cardiólogo me dijo, sin entender, que el engrosamiento del músculo cardíaco estaba retrocediendo y que la medida no ofrecía ningún riesgo aparente.
Siete meses después me hice nuevamente otro ecocardiograma, y el médico constató que no veía ninguna anomalía más. Él no entendía lo que había sucedido, pero no había nada más de anormal en el corazón. El ventrículo, que antes tenía el músculo engrosado, está totalmente normal, como si nada jamás hubiese sucedido. La medida del ventrículo está perfecta, como el de cualquier persona.
Doy mi testimonio para que todos puedan ver que, incluso siendo una persona del Altar, podemos enfermarnos, sin embargo, también como cualquier persona, usamos nuestra fe, de la misma forma que les enseñamos a ustedes, y el milagro también sucede.
¡Estoy totalmente curado de una hipertrofia del miocardio, para honra y gloria del Señor Jesús!
Colaboró: Obispo Aroldo Martins