Los que andan en la emoción no entienden las cosas de Dios, sino las cosas de los hombres
El Señor Jesús estaba anunciando Su muerte y resurrección al decir que llegaría a Jerusalén y sufriría muchas cosas de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas. El apóstol Pedro, que no era nacido de Dios y vivía una fe emotiva, llamando a Jesús aparte, lo reprobó y censuró diciéndole: “Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.” Es decir, al intentar impedir el sacrificio de Jesús, Pedro manifestó claramente una fe emotiva, aunque creyera en el Señor Jesús.
Así actúa la persona que no es nacida de Dios, que no tuvo ninguna experiencia personal con Él. Este tipo de personas no tiene visión de lo que es el sacrificio, y, mucho menos viven con coraje para sacrificar. No tienen el entendimiento de que es necesario sacrificar ahora, en el presente, para que en el futuro logre conquistar los beneficios de esa actitud de fe.
Al escuchar a Pedro intentando desanimarlo de Su acto de sacrificio, el Señor Jesús, terminó con esas palabras de derrota, reprendiendo a Pedro, inmediatamente (Mateo 16.23).
Por lo tanto, los que andan en la emoción no entienden las cosas de Dios, sino las cosas de los hombres. Solamente los de la fe racional entienden que proviene de Dios, porque éstos obedecen a Sus pensamientos. Mientras tanto, quien anda en la fe emotiva no tiene coraje de sacrificar su propia vida para conquistar la salvación eterna. No posee coraje suficiente para negarse a si mismo, tomar su propia cruz y seguir al Señor Jesús (Marcos 8.34).
Estos son los tres tipos de sacrificio que harán que una persona herede la vida eterna: negarse a si mismo, tomar su propia cruz y seguir al Señor Jesús.
Quien vive en la fe emotiva no encuentra motivos para sacrificar y tomar su cruz día tras día. Por eso, vemos muchos cristianos caídos y fracasados. Son creyentes de papel, de la misma manera que lo era Pedro, antes de nacer del Espíritu. Las personas que viven con esa fe no tienen el coraje de negar su propia carne.
Cuando uso el término fracaso, no me refiero a la vida económica de los cristianos, sino a su estado espiritual, porque son fracasados dentro de si mismos. Son personas fanáticas, que siguen doctrinas inventadas por los hombres, sin ningún fundamento bíblico.
Un ejemplo de eso es el “caer por el poder”. Dicen que viene de Dios pero la verdad es que las personas caen por la acción del diablo porque están manifestadas. Esa manifestación ha engañado a muchos que piensan estar llenos del Espíritu, cuando, en realidad, están siendo engañadas por el logro de satanás. Y eso puede suceder con un pastor, obispo… sea quien sea. En la Iglesia Universal del Reino de Dios, cuando la persona cae ¡es porque está poseída por una entidad maligna!
El espíritu inmundo, usando las emociones, actúa llevando a las personas al fracaso. Creen en Dios, sin embargo, viven una fe emotiva. En el momento que deberían mostrar confianza en Él, se desesperan porque miran la situación que están viviendo.
La persona que de hecho y de verdad es espiritual no se entrega a las emociones. Al contrario, usa la fe viva y eficaz, manteniéndose equilibrada, porque tiene la mente del Señor Jesús.
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