Siempre oí decir que estábamos en el fin de los tiempos, pero nunca, en ningún momento, sentí eso en la piel como en la actualidad. Mi tía falleció recientemente, y me puse feliz por ella, pues está lejos de aquí… cada noticia que recibimos de lo que andan haciendo por ahí, es como si estuviésemos viviendo en Sodoma y Gomorra sin saberlo.
Las personas ya no oyen como antes. Sus oídos solo oyen lo que quieren oír. Dicen que son de mucha fe, pero no tienen tiempo para Dios, solo para pecar.
Estamos viviendo en los últimos días y está anocheciendo, como el Señor Jesús describió en la parábola de las vírgenes, en Mateo 25:
Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al Esposo.
Aquí Él no está hablando de diez mujeres que nunca habían estado con un hombre, sino de Su Iglesia, que por Su Sangre se tornó virgen y pura, y que como una novia Lo espera ansiosamente.
Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas.
Vemos aquí a los dos tipos de cristianos. Eso quiere decir que usted y yo estamos en uno de estos dos grupos. Los prudentes y los imprudentes. El prudente es aquel que mira allá adelante, se guarda, evita al mal, no necesita equivocarse para aprender, sino que aprende con los errores de los demás. Cada cristiano que cae en la fe es una enseñanza valiosa para quien es prudente, que de inmediato vigila más su vida espiritual.
Por su parte el imprudente, como Jesús dijo, es insensato. No piensa en el mañana, no evita al mal, es más, le gusta jugar con él, se cree inquebrantable. Es aquel que sabe que algo no conviene, pero igual lo hace, usa su libertad para hacer lo que quiere, sin considerar en lo más mínimo a lo que puede conducirlo eso más tarde. No piensa mucho en las consecuencias de sus decisiones y acciones. Vive su vida como le parece, después basta con pedir perdón, ¿no?
Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite…
Y como buenas insensatas, no pensaron en el mañana, en el factor TIEMPO. No sabían cuándo iba a llegar el Novio y, aun así, no se tomaron el trabajo de ser precavidas. Como es costumbre en las personas que piensan que ya hicieron muchas cosas por la fe, creen que es posible descansar un poco, tomarse unas vacaciones y no cargar su cruz todo el tiempo. La lámpara basta.
… mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.
No sabemos cuándo llegará nuestro Señor y, por lo tanto, tenemos que tener reservas espirituales, y es eso lo que el aceite representa: inversión espiritual. El Espíritu Santo es una de las mayores inversiones espirituales, pero no es la única. Después de que Lo recibimos, es necesario que continuemos invirtiendo en ese aceite diariamente, valorando el Altar, profundizando en la Palabra de Dios, ejercitando nuestra fe, desviándonos del mal y ganando almas para nuestro Señor.
Y tardándose el Esposo, cabecearon todas y se durmieron.
Es en este momento en el que creo que estamos viviendo. Nos está dando sueño, estamos cansados de tanta inmundicia en este mundo, ¡tenemos ganas de que nuestro Señor venga ya! Y cuanto más tiempo demora, más fea se pone la cosa aquí. Ya no hay placer en nada, a no ser en quedarse quieta al Abrigo del Altísimo.
Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el Esposo; salid a recibirle!
Ah, ¡cómo ansío por ese momento! ¡Cuando seremos llamadas por nuestro Señor! A la medianoche, es decir, Él vendrá a una hora en la que no estaremos tan atentas, y es por eso que aquella inversión del aceite tiene tanta importancia.
Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas.
En la hora H, las prudentes estaban listas porque habían hecho sus inversiones espirituales, incluso somnolientas, estaban preparadas para la llegada del Novio. Por su parte las insensatas… querían correr y hacer todo de una vez, como si esa inversión pudiera ser hecha así, de un momento a otro.
Pero mientras ellas iban a comprar, vino el Esposo; y las que estaban preparadas entraron con Él a las bodas; y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, Señor, ábrenos! Mas Él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.
Alguien dirá, ¿pero Jesús no podía haberlas esperado? NO. Quien tenía que estar esperando no era Él.
Tal vez usted ha invertido mucho en la ropa que va a usar, en la casa en la que va a vivir, en el cuerpo que expondrá, en la carrera que va a ostentar, en el novio que va a envidiar, pero yo pregunto, ¿cómo está su aceite? ¡Ninguna de esas cosas va a salvarlo!
Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.
En la fe.
Colaboró: Cristiane Cardoso