Cuando se le preguntó si había alguna prevención tecnológica para los meteoritos que podrían llegar a la Tierra, el director de la NASA dio una respuesta espantosa: “¡Recen!”
En “Armagedón” (foto de arriba), película de 1998 protagonizada por Bruce Willis, un meteorito del tamaño del estado de Texas está en curso de colisión con la Tierra y puede extinguir toda la vida en el planeta. La NASA y los militares norteamericanos (claro…) envían dos ómnibus espaciales con equipos especializados en prospección de petróleo (y, por lo tanto, conocedores de métodos de perforación en lechos rocosos) con la intención de abrir un pozo en la gigantesca piedra espacial y detonar en su interior una bomba nuclear. “Impacto Profundo” (foto de abajo), del mismo año (en una de esas frecuentes “coincidencias” de Hollywood), tenía una trama muy similar, con mayor enfoque en las consecuencias terrestres de la inminencia de un choque con un cometa. En esa historia, la ficticia nave Mesías era enviada con astronautas veteranos y novatos para también detonar el cuerpo celeste errante.
En una reunión con los representantes del poder legislativo en el Congreso de los Estados Unidos está semana, el ex-astronauta y actual director de la NASA, Charles Bolden, dijo algo que no tranquilizó a los políticos presentes al mostrar un informe sobre la detección de meteoritos cercanos a la Tierra y los riesgos que podrían ofrecer, y la prevención ante un evento de estos.
Algunos legisladores en el Congreso, en el día de la reunión, esperaban soluciones extravagantes como las citadas en las películas de arriba (en el caso, fragmentar un cuerpo celeste en curso de colisión con el planeta podría tener efectos tan o más desastrosos que un choque normal, según los científicos de la propia NASA). Pero a los parlamentarios no les gustó lo que Bolden dijo: “En el caso de que un meteorito se dirija hacia la Tierra: ¡recen!”.
Obviamente, Bolden hizo una cierta presión a causa del reciente y drástico recorte de recursos económicos destinados a la agencia espacial. Incluso sabiendo de eso, algunos políticos presentes se quedaron preocupados, a causa de dos grandes eventos recientes: mientras que el mundo prestaba su atención a un gran asteroide de aproximadamente 45 y 95 metros de diámetro que estuvo muy cerca de la Tierra (27,8 mil kilómetros, distancia menor que la de algunos satélites artificiales, como muestra la concepción artística de la Nasa abajo, con el meteorito en el rectángulo amarillo) el día 15 de febrero de este año, otro mucho menor llegó a los terrestres desprevenidos, penetró en la atmósfera y explotó sobre Chelyabinsk, Rusia, generando una onda de choque que despedazó vidrierías, destruyó edificios e hirió a más de 1,5 mil personas. Según la NASA, los dos fenómenos no tenían relación entre sí.
Ante el pronóstico del director de la agencia espacial, los legisladores del gobierno y de la oposición se mostraron receptivos a la idea de darle más recursos a la investigación de contención de amenazas cósmicas. Bolden supo “pedir”.
Según John Holdren, asesor científico de la Casa Blanca, el trabajo de identificación del 90% de los objetos espaciales cercanos a nuestro planeta que tengan tamaños entre 140 metros y 1 kilómetro, puede demorar hasta el 2030 con los recursos actuales.
Dinosaurios y Siberia
Cerca de 40 mil toneladas de mineral espacial llegan al suelo terrestre por año, sobre todo en forma de pequeños asteroides y polvo. Un objeto que entra en la atmósfera es incinerado por la fricción con el aire, en la mayoría de las veces, es completamente consumido antes de llegar al suelo – y genera lo que llamamos estrellas fugaces. Cuando el calor de la caída no fue suficiente para quemarlo, lo que sucedió en Rusia, los efectos pueden ser destructivos – vale el consuelo de que la mayor parte de la rocas espaciales caen en lugares deshabitados.
Muchos creen que un cuerpo celeste se chocó con la tierra hace 65 millones de años y, entre las consecuencias, causó la extinción de los dinosaurios. El tema está muy en evidencia, muy actual: los científicos norteamericanos revelaron en una conferencia la semana pasada (18 y 22 de marzo, en el estado de Texas, que ese objeto espacial cambió la vida en la faz de la Tierra fue un cometa, cuyo impacto causó la cráter de Chicxulub, de 180 kilómetros de diámetro, en el actual territorio de México, en la península de Yucután.
Antes del evento en Chelyabinsk este año, lo más destructivo y reciente que se tiene noticia fue la devastación completa de un bosque de 2 mil kilómetros cuadrados en Tunguska, en Siberia (foto de abajo), causado por la explosión de un meteorito de aproximadamente 50 metros de diámetro, en 1908. La energía de la explosión fue 300 veces superior a la de la bomba nuclear que arrasó la ciudad japonesa de Hiroshima, en 1945, en la Segunda Guerra Mundial.
Lo que la Biblia dice
Ante estos acontecimientos del pasado y del presente, quedó en evidencia la incapacidad de la NASA y otras agencias espaciales de contener la amenaza de que un cuerpo espacial alance la Tierra. Como máximo, podrían detectar al objeto intruso y evacuar algunas regiones en las que probablemente caiga. E incluso eso es relativo. El gran meteorito que estuvo muy cerca de la Tierra fue detectado aun en 2012, más o menos, que hizo un gran estrago en Rusia, tomó al mundo por sorpresa. Legos y científicos.
El propio director de una de las más conceptuadas e inigualables instituciones científicas de la Tierra, ante la impotencia humana, sugirió una solución basa en la unión del hombre con Dios: rezar (que es diferente a orar).
La ciencia, obviamente, tiene un valor incalculable para el mantenimiento de nuestras vidas. Incluso Dios hizo al hombre inteligente para ese fin, y no fueron raros los grandes científicos que, incluso teniendo gran conocimiento, temían a Dios y no se avergonzaban de eso – como Galileo, Newton y Pasteur, solo para citar algunos, así como otros aún vivos.
Pero ella está lejos de ser un artificio definitivo, como Dios es definitivo, que creó el propio universo que tanto le fascina a los doctores.
Hablando de Dios, la misma Biblia tiene pasajes en los que, claramente, las piedras espaciales entraron en la atmósfera y causaron mucha destrucción. Un científico de la Universidad de Arizona, en los Estados Unidos, divulgó que la destrucción de Sodoma y Gomorra, descripta en la Palabra, coincide con el patrón de la caída de un cometa desintegrándose, quemando la atmósfera – incluyendo hasta el sofocante olor a azufre.
“Entonces el Señor hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte del Señor desde los cielos; y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra.”
Génesis 19:24-25
Hay un sin números de veces en la Biblia en que aparece la palabra “granizo”. En algunos pasajes, queda claro que se trata incluso de la precipitación de piedritas de hielo. Sin embargo, hay descripciones diferentes:
Y Moisés extendió su vara hacia el cielo, y el Señor hizo tronar y granizar, y el fuego se descargó sobre la tierra; y Jehová hizo llover granizo sobre la tierra de Egipto.
Hubo, pues, granizo, y fuego mezclado con el granizo, tan grande, cual nunca hubo en toda la tierra de Egipto desde que fue habitada.
Éxodo 9:23-24
No obstante, el granizo no aparece solo en textos bíblicos relativos al pasado:
“Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento; y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo; porque Su plaga fue sobremanera grande.”
Apocalipsis 16:21
“Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de Su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo.”
Apocalipsis 11:19
Señales de los tiempos. Y del fin de ellos. Hay fósiles de dinosaurios en los museos, que no dejan duda de que un ciclo de vida terminó en la Tierra y hoy no pasan de huesos petrificados, testigos de la Historia de nuestro planeta. Aliado a eso, los científicos en Texas, la semana pasada, presentaron fuertes indicios del acontecimiento.
Volviendo a la Biblia, ya no hay dudas de que más de un ciclo de vida se cerrará en el Apocalipsis – de vida física, que quede bien en claro, porque la vida espiritual de quien sirve a Dios está garantizada por Su Palabra, en el último libro de las Escrituras.
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