No podemos caminar en dos direcciones opuestas, no podemos agradar y adorar a Dios y a los hombres. Son cosas que se excluyen y se repelen, cuando se trata de elegir el bien supremo de la vida, pues según las palabras del Señor Jesús, si alguien ama al mundo el amor del Padre no puede estar en él.
Cuando el hombre coloca su corazón en las cosas mundanas, estas pasan a dominarlo. Y siendo dominado por ellas, la persona pasa a vivir de manera egoísta. Así, comienza a tomar actitudes egoístas e insanas, alejándose de Dios y depositando sus esperanzas solo en las riquezas terrenales, como sucedió con el hombre de la parábola del hombre rico, que pensaba que la vida se basaba en la abundancia de bienes, y de esta manera se esforzaba por tener grandes depósitos para su propia satisfacción y que perdurara por muchos años, sin demostrar ninguna preocupación de orden espiritual.
El raciocinio del rico era absurdo en dos sentidos: primero, pensaba que podía alimentar su alma con bienes materiales; segundo, pensaba que encontraría en el gozo personal de los bienes materiales el bien supremo de la vida, excluyendo a Dios y a su prójimo. En el sermón del monte, Jesús dijo: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.”, (Mateo 6:21).
El gran mal de la modernidad está en el hecho de colocar su corazón en las riquezas, pues creen que pueden comprar todo. El egoísmo domina su razón y todas las acciones humanas. De allí surge la necesidad de modificar esa mentalidad materialista e inferior, les corresponde a los cristianos generar una nueva persona, consciente de su utilidad y valor.
Jesús no condena la utilización de las riquezas, sino la soberbia del hombre en cuanto a su propio poder. Visto que el valor del hombre es definido por la cantidad de objetos que él ama y a los que se dedica. Donde se encuentre su tesoro, allí estará su vida. Si el tesoro es Jesús, entonces, su vida está completamente dedicada a Él. Pero si su corazón estuviere en las cosas perecibles, entonces, su destino es vivir de manera egoísta colocando todas las cosas por encima de Dios. Salomón dijo: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;?Porque de él mana la vida.”, (Proverbios 4:23).
La verdad es que cuando colocamos nuestro corazón en Dios, con sinceridad, recibimos la retribución por nuestra dedicación: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”, (Mateo 6:33).
El cristiano debe estar atento a su corazón, pues de él proviene la fuente de la vida y el camino para la destrucción.