Laura Burgueño es una sobreviviente: “Pasé por un abuso sexual, fue mi abuelo, con un arma, yo era chica. Eso me llevó a la depresión, a cortarme, jugaba con mi vida.
Tenía un padre alcohólico y una madre depresiva. Durante un tiempo, mi papá fue internado en un neuropsiquiátrico y mi mamá en una clínica. Nos quedamos con mi abuela, ella nos cuidó.
Conocí al padre de mi primer hijo. Durante todo el embarazo, estuve tan mal de los nervios, que tuve que tomar ansiolíticos.
La primera vez que me corté fue en el baño de mi trabajo. Desarmé máquinas de afeitar. Cuando la sangre salía, sentía paz.
Me rapé la cabeza, decía que tenía cáncer y soñaba con mi muerte. Me sentaba a llorar en las vías del tren. Luego empecé a tomar veneno picado en la gaseosa. Se lo comenté a un amigo y una mañana me desperté rodeada de personas, mi hijo dijo: ‘mamá internate’”.
Vivir despierta en una pesadilla
“Estar adentro de un neuropsiquiátrico es un infierno. No pensás, lo único que querés es ver a tus seres queridos, pero sabés que ellos no van a llegar. Extrañaba a mi hijo horriblemente. Vivís con miedo. El día era largo y no podías retobarte porque enseguida te inyectaban.
Me daban salidas, cuando llegaba a casa, otra vez me dopaban. No podía manejarme por mis medios. Entablar una conversación era imposible, no entendía. Babeaba todo el tiempo, se te anula una parte del cerebro. Me contenían, pero mi cuerpo no era mío.
Internarme no fue la solución porque salí, pero mi problema espiritual continuaba. Soñaba con mi abuelo y su arma. Mi hijo me vigilaba al ir al baño, era adicta a lo farmacológico.
Conocí a mi marido actual, él me ayudo mucho, quedé embarazada, pero casi perdí a mi hijo. Me enfermé de artritis soriásica deformante. Andaba con muletas, casi en sillas de ruedas.
Hasta que llegué a la Universal. Me costó superar el abuso sexual y perdonar, pero lo hice. Los problemas en mi mente y también espirituales se terminaron. La artritis y la osteoporosis desaparecieron. Ahora tengo proyectos, trabajo y estudio. Mi relación con mi marido es de diálogo. Con Dios ya no tengo miedo, sé que puedo salir de todo”.
Si usted quiere comunicarse con nosotros, puede hacerlo llamando al (011) 5252-4070.