“Por causa de la actitud de fe tomada en el altar, la batalla no es más suya, es de Dios y de la misma forma en la que Dios actuó en la vida de Josafat, actuará en la suya. Este ligar marcó una separación, hubo un antes y un después. Nosotros vamos a determinarlo y usted puede tener certeza de que en su vida también habrá un después”, afirmó el Obispo.
Juntos, oraron y determinaron que a partir de ese momento, todo lo que fue prometido se cumpla en la vida del pueblo. “En este lugar, Tu poder se manifestó en la vida de Josafat, porque él confió en Tu Palabra y se puso en Tu dependencia y no quedó ni uno de sus enemigos, que suceda lo mismo ahora en la vida de aquellos que están en Tu total dependencia, que Tu poder transforme la vida de estas personas, es lo que determinamos delante de estos cielos, que fueron testigos de la victoria de Josafat, en el nombre del Señor Jesús”, oró el obispo Djalma.
“Y luego que vino Judá a la torre del desierto, miraron hacia la multitud, y he aquí yacían ellos en tierra muertos, pues ninguno había escapado. Viniendo entonces Josafat y su pueblo a despojarlos, hallaron entre los cadáveres muchas riquezas, así vestidos como alhajas preciosas, que tomaron para sí, tantos, que no los podían llevar; tres días estuvieron recogiendo el botín, porque era mucho.
Y al cuarto día se juntaron en el valle de Beraca; porque allí bendijeron al Señor, y por esto llamaron el nombre de aquel paraje el valle de Bendición, hasta hoy. Y todo Judá y los de Jerusalén, y Josafat a la cabeza de ellos, volvieron para regresar a Jerusalén gozosos, porque el Señor les había dado gozo librándolos de sus enemigos.”, (2 Crónicas 20:24-27).