Su dedicado trabajo y respeto por la vida humana dieron origen a los fundamentos de la enfermería moderna en todo el planeta
Considerada la fundadora de la enfermería moderna, la británica Florence Nightingale revolucionó la actividad, antes relegada a un trabajo amateur y sin los debidos cuidados con la higiene, lo que terminaba por agravar el estado de los pacientes. Como voluntaria de guerra, marcó la historia a tal punto que el día de su nacimiento, 22 de mayo, es conmemorado mundialmente como el Día de la Enfermería.
Hasta mediados del siglo XIX, al inicio de la imponente Era Victoriana de Gran Bretaña, el cuadro de enfermería no era de los más respetables. Por más que algunas de las personas que cuidaban de los pacientes en los hospitales y otras instituciones de salud tuvieran las mejores intenciones, por lo general no era bueno el trato. Los cuidados médicos eran rudos, la higiene casi inexistente, el trabajo de las muchachas era esporádico y sin calificación, además de socialmente desvalorizado y pesimamente remunerado, si es que lo era. No existían directivas básicas para la ejecución de la actividad.
Además de todo eso, la imagen que el pueblo tenía de las enfermeras en ese momento no era de las más decentes: descuidadas, con inclinación al alcoholismo, sin ética, rezongonas, casi siempre ausentes y hasta promiscuas, el personaje Sarah Gamp, creada por Charles Dickens en su célebre romance “Martin Chuzzlewit” (1844), fue elaborada como una feroz crítica del escritor a ese tipo de “profesional” de la salud.
Fue justamente en ese punto que Nightingale revolucionó la enfermería. Creó un sistema de entrenamiento y de trabajo basado en la disciplina personal y profesional, dedicación, estadísticas y jerarquía, como veremos a lo largo del texto.
Cuna italiana
La rica familia Nightingale residía en Florencia, Italia, cuando, en 1820, nació la pequeña Florence, bautizada con ese nombre en homenaje a la bella ciudad. No tardó en volver a Inglaterra. Las niñas de la familia fueron educadas, al principio por profesoras particulares, tarea luego realizada por su padre. Pese a tener 20 años, la joven Florence le imploró a que le enseñara matemática, materia estimulada por él mismo, en lugar de aprender actividades “de mujer”, como él pensaba, como hacer tricot o baile. Las discusiones no fueron pocas, pero Lord Nightingale acordó ser el tutor de su hija en la principal de las ciencias exactas.
Surgió en la joven el interés por los temas sociales, sobretodo la asistencia en hospitales, y nuevamente la familia estaba en contra, ya que la enfermería, según su mirada, no era algo “para una muchacha decente”. Nuevamente y con mucho esfuerzo la joven convenció a su familia. Logró practicar en hospitales en Egipto, Alemania y Francia, hasta que volvió a Londres y aceptó un cargo no remunerado de supervisora en un hospital para mujeres.
En el frente de batalla
En 1854, poco después del inicio de la Guerra de Crimea (1853-1856), ocurrida cerca de la Ucrania actual, que enfrentó por un lado al Imperio Ruso y, del otro, una coalición integrada por el Reino Unido, Francia, Reino de Cerdeña y el imperio Otomano, la Turquía actual, el ambiente no era de los más promisorios para los civiles y soldados. Los hospitales de campaña en el frente recibían una dura crítica del periódico The Times, que fue quien cubrió el conflicto, y Sidney Herbert, en el puesto de secretario británico para la guerra, solicitó a Florence Nightingale que supervisara la enfermería en los hospitales militares en suelo turco. La joven llegó al frente de batalla con 38 enfermeras faltas de instrucción, algunas voluntarias, y enfrentó la más absoluta carencia de condiciones adecuadas.
Lo que sería un motivo para desistir hizo con que Florence comenzara los estudios que culminarían con el advenimiento de la enfermería moderna y sus métodos. En Turquía, se enfrentó con la ausencia total de higiene, falta de recursos, la hostilidad de los médicos militares y de otros oficiales, con preconceptos machistas, indisciplina por parte de las 38 mujeres a su cargo, y sobretodo el siempre creciente número de heridos y enfermos.
En el ambiente de la guerra, se volvió famosa como “La Dama de la Linterna”, pues insistía en cuidar de los pacientes aún de madrugada, con la ayuda de una linterna turca flexible de trama engomada.
Florence utilizaba su capacidad de trabajo, su determinación, como su facilidad para registrar todos los detalles de lo que sucedía y peleó el liderazgo, uso el más desfavorable de los escenarios como tubo de ensayo. Las escasas condiciones de higiene de los hospitales aumentaban seis veces las probabilidades de muerte de los soldados enfermos y heridos. Los números que aprendiera con su padre fueron puestos en acción y, después de mucha obstinación e insistencia con los hombres de armas, las tasas de mortalidad bajaron de 60% a 2,2%.
Con las estadísticas, uso gráficos para demostrar a las autoridades los progresos, haciendo popular el método del gráfico de torta, que hoy conocemos. Por más que no conociera el contagio de microbios, que no habían sido descubiertos aún, ya había observado que la limpieza meticulosa de las personas y de los ambientes contribuía a la disminución de la proliferación de enfermedades y de las muertes.
Aunque tuvo éxito, contrajo fiebre tifoidea en el frente, siendo obligada a volver a Inglaterra.
Provista de los datos recolectados en la guerra, Florence le mostró a la reina Victoria, al príncipe Albert y al primer ministro Palmerston los resultados que llevaron al gobierno a crear la Comisión Real Sobre la Salud en las Fuerzas Armadas. Como es habitual en la historia, los avances de la medicina y en la tecnología en el ámbito militar se extendieron al medio civil. La enfermera se volvió la primera mujer en ser miembro de la Sociedad Estadística británica.
Escuela de enfermería
En 1860, nació la Escuela Nightingale para Enfermeras, la primera escuela profesional del ramo en el mundo. El modelo de la institución rápidamente fue diseminado por Gran Bretaña, por Europa y por todo el planeta. Las alumnas estudiaban realizando las prácticas, en hospitales especialmente construidos para ese fin. Fuera de los horarios de estudio, vivían en alojamientos de la escuela, siguiendo el orden más riguroso de comportamiento. Florence creó las prescripciones por escrito, y exigía que las enfermeras acompañaran a los médicos en las visitas a los pacientes. Según la profesora, el propósito de la enfermería era colocar a las personas en la mejor condición posible para que la salud se recuperara, favoreciendo el tratamiento. Gracias a ella, una actividad con mala fama se volvió una de las más nobles.
A pesar de que la creadora de la enfermería propiamente dicha haya dado ese importante paso, la cuestión de la profesionalización solo alcanzó planos más altos después de las dos guerras mundiales del siglo XX. Escribió más de 200 obras sobre la salud para el público militar y civil. Sus actividades inspiraron a una brasileña que sería la primera enfermera de su país: Ana Néri.
Florence Nightingale falleció a los 90 años, en 1910, habiendo establecido las directivas de la enfermería moderna en prácticamente todo el planeta.
“La enfermería es un arte; y para realizarlo como arte, requiere una devoción absoluta, una preparación tan rigurosa, como la obra de cualquier pintor o escultor; pues, ¿qué es tratar la tela muerta o el frío mármol comparado con tratar el cuerpo vivo, el templo del espíritu de Dios?
Es una de las artes, podría decirse, la más bella de las artes…”
Florence Nightingale (1820-1910)