Cuando el aislamiento social obligatorio comenzó, muchas personas se lamentaron por el hecho de tener que compartir el tiempo completo con sus familiares. Para algunos, este hecho abrió un cajón de resentimientos y problemas antiguos que nunca fueron resueltos.
Padres que desconocían los sueños de sus hijos, hijos que olvidaron los abrazos afectuosos de sus padres, matrimonios que ya no intercambiaban palabras, son costumbres que, en muchas familias, se perdieron a lo largo del tiempo. Ante este escenario, ¿es posible sacar algún provecho de este momento difícil?
Para el que lleva el ADN de Dios, la dificultad es sinónimo de superación, de modo que el aislamiento social y la inevitable convivencia en familia representan una oportunidad para reforzar vínculos, y rescatar costumbres olvidadas. No obstante, esto solo se logrará a través de determinadas actitudes que se practiquen en el hogar.
¡Sea la sal en su casa!
En una oportunidad, Jesús se dirigió a Sus discípulos y les dijo:
“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.” (Mateo 5:13).
Es decir, al ser la sal de la tierra, usted podrá hacer la diferencia en la vida de sus familiares, ser el elemento imprescindible en su hogar. Y, a través de su comportamiento y ejemplo, podrá salvar a los que se encuentran perdidos.
Las palabras no son suficientes. ¡Es necesario que su familia vea la luz que está en usted!