Andrea Villanueva y Omar Rivero tuvieron infancias marcadas por el dolor, todo el sufrimiento que enfrentaron los condicionó a la hora de formar su propia familia. “Yo presencié muchas peleas en mi casa, mi papá era alcohólico y golpeaba a mi mamá. Crecí con odio de los hombres, pensaba que nunca me iba a casar”, cuenta Andrea.
Omar Rivero tuvo una infancia muy dura también. “Mis padres me dieron en adopción a los 10 años de edad porque éramos muy pobres, mi mamá era paralítica y mi padre alcohólico y golpeador. Éramos 11 hermanos, fue muy triste, porque me trajeron a Buenos Aires, pasé por varias casas hasta que me quedé en la casa de mis padres adoptivos. Tenía mucha bronca, odio hacia mi padre porque era alcohólico, no entendía por qué nos golpeaba. Yo era muy rebelde, andaba siempre en la calle, mi madre adoptiva intentó llevarme por buen camino, pero no logró contenerme”, cuenta él.
En la adolescencia ella explotó, no soportaba más la situación violenta que había en su casa, entonces, se involucró con una persona más grande, se escapó de su casa y se fue a vivir con él. “Esta persona era divorciada, tenía un hijo y se drogaba, en ese momento comencé a consumir con él cocaína y marihuana. Me volví rebelde, era una persona depresiva, no me valoraba, no me quería, no me cuidaba, pasaba días y noches llorando”, revela y agrega que decidió dejar las drogas y su madre le insistió que fuera a Misiones para sacarla de la relación con ese hombre, allí conoció al padre de su hijo. “Un día él desapareció porque no soportó la presión de tener un hijo”, dice ella.
Por su parte, Omar, seguía acumulando bronca en su interior, trabajaba, salía y comenzó a tomar alcohol. “Ahí comenzaron las invitaciones para drogarme y prostituirme”, cuenta él.
Andrea llegó a la Universal buscando una solución para su vida, Omar también se acercó para salir de una decepción sentimental. Los dos perseveraron en las reuniones, vencieron sus problemas a través de la fe, encontraron la paz que tanto necesitaban y se decidieron a luchar para ser felices.
“Le dije a Dios que me guiara porque ya no quería sufrir. A los días esta persona me dice que no podía seguir conmigo porque tenía una relación con otra chica que estaba embarazada de cuatro meses. A mi me habían dicho que me engañaba, pero yo estaba enceguecida. Esa era la señal que necesitaba, porque él había sido violento varias veces, yo no quería eso para mi vida”.
Omar y Andrea perseveraron en la Terapia del Amor y se prepararon para compartir su vida con una persona de Dios. Se conocieron, analizaron bien si tenían planes serios para su futuro y comenzaron a salir. Estuvieron un año de novios hasta que se casaron. “Hoy somos muy felices, nos complementamos, vamos a la par, nos ayudamos mutuamente. Lo admiro y somos muy felices juntos”, afirma ella.
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