Obispo, usted es realmente como un padre.
Un día me gustaría poder recibir un abrazo de usted y de la señora Ester, pues no tuve el privilegio de tener padres como ustedes, pero Dios es Quien sabe todas las cosas y, si eso no fue posible, por lo menos ya tuve el privilegio de conocerlos y de cursar esa universidad Universal.
Alabo a Dios por su vida y por la de la señora Ester.
Gracias por dejar que Dios lo use para que el Espíritu Santo hable a través de su boca y así muchas vidas sean transformadas.
Todo lo que usted dijo en ese mensaje yo lo experimenté. Gracias a Dios oí la Voz de Dios y ya hace 2 años que decidí dejar de trabajar para dedicarme a mi esposo y a nuestro hogar. ¡Qué experiencia gloriosa estamos viviendo!
Enfrenté mucho prejuicio, incluso dentro de la iglesia. Me sorprendí también con un pastor que hace poco tiempo predicó que la mujer no puede depender del marido y que tiene que trabajar afuera. Bueno, yo sigo a la Palabra de Dios y creo, como usted, que no podemos cambiar jamás los valores de Dios, nuestro Padre, por los valores podridos del mundo.
Lamentablemente, el diablo ha engañado a muchos de forma astuta. Creo que cuando atamos nuestro corazón a la Palabra de Dios y razonamos en ella, como usted nos enseña, entonces Dios nos honra de manera espléndida.
Los amo a usted y a la señora Ester.
¡Dios los bendiga todavía más!
Priscila