En julio de 2010 había una gran posibilidad de que un jugador de fútbol argentino, muy conocido, formara parte de un equipo en San Pablo, Brasil.
Un seguidor fanático, que estaba a punto de que naciera su hijo, no lo pensó dos veces: registró al bebe con el nombre del famoso jugador. Sin embargo, él no contaba con que la negociación entre el atleta y su equipo del corazón no llegara a buen término. Conclusión: el niño quedó con el nombre de un jugador que no forma parte del equipo de su padre y encima es atleta de uno de sus principales adversarios. Por lo tanto, no tendrá una buena historia para contar cuando crezca.
¿Es ese el único ejemplo de fanatismo? ¿Y aquellos que faltan al trabajo para ir a un partido? ¿Y los que se quedan en la puerta de un hotel para ver a su artista favorito? ¿Y quienes pagan entradas caras, que van más allá de su capacidad económica sólo para ver “al cantante de su vida”?
Ser fanático es ser idólatra, es endiosar a una persona de tal forma que ésta se vuelve la razón de sus cambios de actitud y de vida. La Palabra ya señalaba que eso podría suceder:
“No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.” Éxodo 20:3-4
Esa idolatría por las personas saca al hombre de su objetivo, que debería ser Dios. En lugar de mirar hacia Él y reconocer Su grandeza, miran a las personas que endiosan por alguna cualidad o hecho que se hace público.
Y lo que Jesús hizo en la cruz, ¿no es digno de que gane notoriedad? Lamentablemente, cada vez más, la humanidad se olvida de quién es Jesús y pone a otras personas en Su lugar.
“Como pecado de adivinación es la rebelión, como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto rechazaste la palabra de del Señor, también él te ha rechazado para que no seas rey.” 1 Samuel 15:23
En el caso del padre que le puso a su hijo el nombre del jugador, el pequeño un día querrá saber el motivo de su nombre. Y en ese momento confiamos que se le enseñará sobre la idolatría y sobre qué es pecar contra Dios. Ese es el ejemplo que el padre debería darle.
Si la Palabra de Dios fuera conocida, todos sabrían que quien es idólatra no heredará el Reino de los Cielos.
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.” 1 Corintios 6: 9-10
Por eso, ¡atención! ¿Qué ha colocado en el lugar de Dios? ¿A un famoso artista, a un jugador de fútbol, a su novio? ¿Con qué ha perdido su tiempo? ¿Usted realmente quiere heredar el Reino de los Cielos?