Cuando se deja de ejercitar la fe, ocurre una crisis. Sin estímulos, los músculos se vuelven flácidos y el cuerpo se deteriora más rápido, así es la fe. Sin estímulos, esta se acomoda y su práctica queda relegada a la religiosidad.
Dios ha permitido que vivamos problemas justamente para que nuestra fe no sea instrumento de tradición. El Espíritu Santo orientó a Sus siervos del pasado sobre este aspecto.
El hecho es que Le reclamamos a Dios cuando pasamos por tribulaciones. Sean de orden familiar, sentimental o incluso de salud… No entendemos y nos rehusamos a entender la forma en la que Dios está intentando conducirnos al estímulo de la fe. Parece que todo sale mal y que estamos nadando contra la marea.
La orientación Divina es clarísima cuando señala situaciones en las que solo la acción continua de la fe puede garantizarnos la Salvación eterna.
Solo por la fe, y de fe en fe, es que tenemos condiciones de avanzar en la conquista y establecimiento de la tan soñada salvación.
Nuestro adversario no descansa ni se desanima, en el objetivo de intentar eliminar el bien más glorioso dado por Dios: la fe. A causa de eso, él arma trampas, promueve problemas, en fin, crea situaciones difíciles intentando desviar el enfoque de la fe. Y, si lo logra, entonces viene el desánimo de la fe y, consecuentemente, la caída.
Dios permite todo eso. ¿Por qué? ¡Justamente para forzarnos a usar la fe!
Como herramienta Divina, la fe tiene poder para neutralizar todo y cualquier dardo encendido del mal. ¡Pero es necesario usarla constantemente, diariamente hasta la muerte!