“MIRAD cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no Le conoció a Él”. 1 Juan 3:1
Incluso el hijo del dueño de la panadería es considerado por el mundo. Pero, ¿qué valor tiene que alguien le diga al mundo que es hijo de Dios? ¡El mundo no conoce a su PADRE!
Esa es la guerra que enfrenta el cristiano. Si por el lado espiritual tiene el privilegio de ser llamado hijo del Creador, en el mundo ese título no vale nada.
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él Se manifieste, seremos semejantes a Él, porque Le veremos tal como Él es”. 1 Juan 3:2
¡Seremos transformados conforme Su Gloria!
“Y todo aquel que tiene esta esperanza en Él, se purifica a sí mismo, así como Él es puro”. 1 Juan 3:3
Muchos pierden esta esperanza, se sienten cansados con el tiempo, ceden a las propuestas del infierno y ya no quieren sacrificar por algo que no les trae los beneficios del mundo.
“Se purifica a sí mismo” significa que solo la persona es capaz de saber lo que tiene que limpiar para permanecer hasta el fin.