La vida se asemeja al mar. A veces es tranquila, bonita y relajante. En otros momentos hay maremotos, tsunamis y la sensación de naufragio es inminente. El matrimonio encaja perfectamente en esa comparación, y también necesita un puerto seguro.
Las mujeres viven en un mar de emociones fuertes, intensificado por los cambios hormonales por los que pasan todos los meses, y necesitan un puerto seguro que las inspire y las tranquilice. Ese puerto seguro es el marido, que debe ofrecer seguridad en todo momento.
Es todo una cuestión de equilibrio. Muchas mujeres no logran evitar la fuerte influencia de las emociones, pero ayuda mucho percibir que el marido es esa “tierra firme” tan necesaria. Ella, emotiva, percibe en él, racional, que está a salvo.
El rol del marido es ser protector, guardián de la esposa y de la familia. Pero solo puede hacer eso si realmente tiene definidos sus objetivos y sabe cómo alcanzarlos. Un hombre así inspira, tranquiliza y contagia a la mujer. El hecho de que ella perciba firmeza en él, que lo respete y lo admire, genera una fuerza muy útil cuando aparecen los problemas. De esa forma, ella también cuida al compañero de su vida, ayudándolo a mantener el objetivo.
Si usted, hombre, desea el puesto de capitán de este navío llamado familia, necesita ser alguien a quien su esposa tenga el placer de ayudar. Todo capitán necesita a su lado a alguien capaz, no a alguien que tenga más miedo del desempeño del líder de la tripulación que de los peligros de la travesía.
Si esto se cumple, a pesar de que surjan olas gigantes, tormentas o ataques piratas de la vida, la certeza del puerto seguro hará toda la diferencia.
“Logré salvar mi matrimonio gracias a la fe”
Nora Cristaldo se casó para escaparse de su casa porque su padre era alcohólico y golpeaba a su madre, cada vez que esta escena se repetía, ella intentaba defenderla y terminaba recibiendo golpes también. Ella tenía expectativas de formar una familia diferente, sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, su matrimonio fue un fracaso.
“Mi esposo me fue infiel por mucho tiempo y también me agredía verbalmente, por eso mi matrimonio se enfrió. Recuerdo que me sentía humillada, despreciada y vacía, esa situación me llevó al extremo de vivir depresiva y muy nerviosa, incluso tuve que tomar pastillas para poder dormir”, señala al recordar lo doloroso que era vivir así.
Ella tuvo la oportunidad de usa su fe para luchar por su matrimonio, perseveró en las reuniones y las cosas fueron cambiando en ella y en su marido. “Los traumas del pasado fueron borrados y mi esposo fue transformado, hoy es otro hombre. Gracias a Dios puedo afirmar que hoy tengo un matrimonio bendecido”, reconoce.
Todos los jueves a las 16 y 20 h te esperamos en la Terapia del amor, Av. Corrientes 4070, Almagro.
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