El Señor le dijo a Moisés que enviara hombres a espiar la tierra de Canaán, lugar que le daría a los hijos de Israel. Y uno de ellos fue Caleb, representando a la tribu de Judá (Números 13:1-16).
La orden era observar todo, desde la geografía del lugar hasta cómo estaba organizado el pueblo y cómo actuaban. Y así hicieron aquellos hombres durante 40 días (Números 13:17-25).
Al regresar, se unieron a Moisés, a Arón y a todos los hijos de Israel para contarles lo que habían visto. Sin embargo, en lugar de ver solo las cosas buenas que podrían conquistar, como por ejemplo, que era una tierra próspera – se preocuparon por los problemas que vieron y que deberían enfrentar para conquistar la tierra. (Números 13:26-33)
Caleb y Josué fueron los únicos que no se dejaron asustar con lo que vieron y creyeron solamente en la Palabra del Señor, que les prometió Canaán a todos los hijos de Israel. El resto del pueblo y los hombres que espiaron la tierra protestaron, juzgando que Dios había prometido algo imposible y que era mejor que todos murieran en Egipto. (Números 14:1-9).
La persistencia hizo vivir la promesa
Aun frente al levantamiento de un pueblo, Caleb no desistió.
Dios, viendo toda esa murmuración le dijo a Moisés que, de aquellos que espiaron la tierra, solamente dos, Josué y Caleb, lograrían ver la tierra prometida. (Números 14:10-44)
“Pero a Mi siervo Caleb, por cuanto lo ha animado otro espíritu y decidió ir detrás de Mí, Yo lo haré entrar en la tierra donde estuvo, y su descendencia la tendrá en posesión.” Números 14:24
A Caleb no le importó los problemas que vio, él persistió en la promesa del Señor y creyó que era capaz de conquistar Canaán, ya que el Señor dijo que sería de los hijos de Israel.
¿Será que somos cristianos como Caleb o desistimos de las promesas solamente por conocer las dificultades que vendrán? El hecho es que Dios espera que seamos personas de fe, que avancemos en dirección al milagro.
La murmuración no solo desagrada al corazón de Dios, como también trae problemas más allá de los previstos e impide vivir las promesas, así como aquel pueblo que protestó, que vivieron 40 años en el desierto y allí murieron.
Que nuestras actitudes sean el reflejo de nuestras palabras de bendiciones y de fe. Que de nuestra boca salga solamente vida.
“El temor del Señor es aborrecer el mal: Yo aborrezco la soberbia, la arrogancia, el mal camino y la boca perversa.” Proverbios 8:13
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