¿Quién fue Esteban?
Esteban era un diácono de la iglesia que tenía la responsabilidad de distribuir los alimentos a los necesitados. En el pasado, cuando un cristiano perdía sus bienes, posesiones y empleo porque se volvía un seguidor de Cristo, la Iglesia Primitiva repartía entre los fieles todo lo que precisaban para vivir. Además, Esteban fue un hombre lleno del Espíritu Santo; tanto, que era conocido por la fe, sabiduría y por ser un líder y un orador digno de mucho respeto.
Siervo en cualquier situación
A los ojos humanos, la tarea de Esteban de distribuir alimentos a los necesitados puede llegar a considerarse pequeña y sin importancia. Incluso porque siempre que hablaba lo hacía con bastante elocuencia, y eso llamaba la atención de las personas. Pero a él no le importaba su función, sino hacer lo mejor.
Como siervo fiel a Dios, estaba dispuesto a asumir cualquier función dentro del Reino. Además, ¿cómo iba a adquirir una responsabilidad grande, sin pasar antes por la pequeña? ¿Cómo prepararse para desafíos mayores si fuera reprobado en los menores? Era por eso que Esteban se dedicaba tanto a su servicio en la Obra.
La humildad y sabiduría de Esteban, además de las grandes señales y prodigios que realizaba entre el pueblo, llevaron a algunos religiosos a cuestionarlo sobre su fe. Sin embargo, no lograban resistir sus palabras; así de grande era la sabiduría e intrepidez que demostraba (lea Hechos 6:10)
La muerte por apedreamiento
El hecho por el cual los religiosos no lograron vencer a Esteban por la palabra, los forzó a inventar mentiras sobre él. Y cuanto más era enfrentado por su fe en Jesucristo, con más calma y objetividad respondía, aumentando la ira de los verdugos.
Los furiosos religiosos decidieron callarlo para siempre apedreándolo hasta la muerte. “Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo.” (Hechos 7:55-58)
En aquel momento, Pablo aun se llamaba Saulo y era uno de los perseguidores de los cristianos. Él presenció la trágica muerte de Esteban y la consintió. A pesar de eso, la condenación de Estaban tuvo un efecto positivo en la vida de Pablo, ya que más tarde se convertiría en un defensor radical de la fe en Cristo Jesús.
El Perdón
Más allá de su terrible muerte, Esteban probó que estaba lleno del Espíritu Santo justamente en el momento crucial de su vida. Mientras le lanzaban piedras de odio invocaba al Señor Jesús para recibir su Espíritu y clamaba para que los asesinos fueran perdonados (lea Hechos 7:54-60)
Este acto de Esteban nos lleva a pensar en lo importante que es perdonar a nuestros agresores. A veces, una simple distracción de alguien puede considerarse una ofensa.
Una palabra mal interpretada puede transformarse en una profunda angustia y ser el final de grandes amistades. Pero Esteban no perdonó a alguien que lo miraba mal o a alguien que dijo algo que le desagradó. El perdonó y clamó para que Dios perdonara a los hombres que sentían odio por él y lo estaban matando.
¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a perdonar? Esteban murió limpio de rencores; sin embargo ¿cuántos están vivos y llenos de amarguras?
La historia de Esteban enseña que:
– Cuando Dios nos llama para un trabajo aparentemente sin importancia, está apenas entrenándonos y preparándonos para asumir responsabilidades mayores;
– No podemos esperar que las personas nos amen por ser cristianos. Siempre habrá alguien, sea en casa, en la familia, en el trabajo, en la escuela, en la facultad o en el barrio, que declarará “la muerte” a nuestra fe. Esas personas pueden no demostrar el desprecio públicamente, pero, en su interior, estarán indignadas por nuestra fe;
– Nunca debemos desistir de nuestra fe. Si hay personas que nos odia porque tenemos fe en Cristo, significa que lo odian también a Él (lea 2 Timoteo 3:12-14)
– Cuando nos lanzan piedras fortalecidas por el odio, nuestro perdón las convierte en bolitas de algodón, que en lugar de herirnos, nos hace ver los cielos abiertos y toda Su Gloria.
Para reflexionar
Cuando pasamos por situaciones en que nuestra fe está siendo puesta a prueba y los problemas nos están masacrando, debemos mirar para el cielo porque de allá vendrá nuestro socorro y salvación.