“Honra al SEÑOR con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto.”
(Proverbios 3:9-10)
Lo primero que usted hace con el dinero que recibe generalmente es lo que considera más importante y urgente. Nadie honra a alguien con sus bienes y con la primera parte de sus ganancias si ese alguien no es la persona más importante de su vida.
Es extremadamente difícil mantenerse fiel en los diezmos y en las ofrendas cuando no se coloca a Dios en primer lugar. Por eso creemos que esa actitud manifiesta nuestra fe. Ofrendar no es simplemente dar dinero para mantener la obra de Dios. Dios no pide diezmos y ofrendas por el dinero, sino por lo que simbolizan.
El diezmo representa al diezmista. Separado para Dios, perteneciente al Señor, totalmente entregado en el Altar, en símbolo de fidelidad y respeto. La ofrenda representa al ofrendante, que entregó su vida sin reservas, por amor y por la fe en el Señor Jesús. El ofrendante que se entrega porque cree en la Palabra que oyó.
Cuando usted se coloca como la propia ofrenda delante de Dios, pasa a tener el derecho de recibir todo lo que Él tiene. Quien da, recibe. La ley fija de la cual nadie puede huir. Quien hace lo que es bueno, cosecha lo que es bueno. Quien hace lo que es malo, cosecha lo que es malo. Si honra a Dios con sus bienes, se llenarán abundantemente sus graneros y rebosarán de vino sus lagares. Tener graneros abundantemente llenos es ser bendecido económicamente. Tener lagares rebosando de vino representa alegría abundante y duradera. Eso solo la verdadera manifestación de fe es capaz de conquistarlo.
Una vida de prosperidad y alegría que ningún problema será capaz de quitar es una promesa a los hijos de Dios.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo