Nadia: “Mi vida era desastrosa. Desde niña sufría mucho y tenía pensamientos de muerte. Cuando tenía cinco años quería morirme. Creía que había venido a este mundo a sufrir porque en mi casa había mucha violencia. Mi mamá me pegaba mucho y yo iba absorbiendo todo eso.
También vivía escuchando que yo era un fracaso, que no servía para nada, que era una inútil y que nunca iba a lograr algo en la vida. Yo crecí creyendo todo eso. Pasaron los años, mi mamá se enfermó, yo pasé por muchas situaciones difíciles con ella y, luego, falleció.
Me quedé sola con mi papá. Él trabajaba trece horas por día. El resto del tiempo, lloraba. Yo seguía creciendo en ese ambiente y mi depresión aumentaba, aunque yo no me daba cuenta de que era depresiva y que necesitaba ayuda. Conocí a mi pareja siete meses después de que falleciera mi mamá. Él quería darme todo, pero el vacío en mi alma era tan grande que nada de eso me llenaba. Siempre estaba con problemas, angustia y lloraba sin motivo. Trataba de esforzarme para no repetir la historia de mis papás, pero yo era muy nerviosa, insegura y celosa.
Con mi pareja vivíamos separándonos y en una de esas separaciones, yo decidí quitarme la vida, pero no lo logré.
Después tuvimos a nuestra hija, pero aun así yo no era feliz. Estaba cansada y ya no podía sostenerme más. Allí fue cuando toqué el fondo del pozo y un día de desesperación agarré un arma, aunque no sabía cómo usarla. Cuando disparé, el impacto me hizo ir hacia atrás y me clavé el gancho de la toalla en la unión de la cervical y el cráneo, donde pasan todos los nervios. Perdí el control de mi cuerpo y caí al piso. Mi cuerpo ya no se movía y yo no podía respirar. Cuando llegué al hospital, una de las doctoras me dijo que me dejara morir porque ya no había nada que hacer. Recuerdo que entró mi hermana a donde yo estaba y, como pude, le dije: ‘salgo de acá y nos vamos a la iglesia’. Y así fue.
Cuando llegué a la iglesia por primera vez, me presentaron a un Dios que iba a transformar mi vida. Hablé con una persona que me dijo: ‘si usted obedece todo lo que se dice acá, su vida va a cambiar’. Entonces, empecé a perseverar en las reuniones y descubrí cosas que había guardado en mi interior, como el recuerdo de que fui abusada cuando era chica. Entonces empecé a perdonar y a soltar los sentimientos que me hacían mal.
Hoy no tengo más pensamientos de muerte, ya no creo que soy un fracaso, tengo proyectos y quiero ayudar a las personas que están en la misma situación en la que yo estuve. Tengo paz y felicidad. Hoy estoy completa y el vacío que sentía desapareció”.
En las charlas de la Terapia del Amor, que se realizan todos los jueves, la Universal busca concientizar tanto a los casados como a los solteros, sobre la importancia de curar el alma, de invertir en sí mismo y de actuar de acuerdo con la razón.
Participe a las 8 h, 10 h, 16 h y 20 h en la Universal más cerca de su domicilio.
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