“Mi sufrimiento empezó cuando era muy chica. Mi madre y yo nos encontrábamos enfermas. Ella tenía un problema respiratorio. Necesitaba un aparato para poder respirar porque se ahogaba”, recuerda Sheila, quien llegó a la iglesia en búsqueda de una solución para sus problemas.
“Yo tenía un problema en la columna, también tenía problemas económicos, no teníamos para comer, mi madre estaba desempleada y uno de mis hermanos estaba depresivo. A raíz de todo eso, con mis hermanos teníamos que ir a comedores del barrio para poder alimentarnos. Todos los días era un sufrimiento”, señala.
Pero eso no era todo, ella también estaba atormentada por espíritus: “Veía sombras, escuchaba voces, a la noche tenía miedo, me costaba mucho dormir. Era una persona que vivía continuamente perturbada. Era muy difícil vivir así”.
Pero un día todo cambió: “Cuando llegamos a la iglesia, empezamos a hacer votos y cadenas. Dios fue abriendo de a poco las puertas económicas, fue restaurada mi familia, mi hermano salió de la depresión que tenía, mi madre y yo fuimos totalmente sanadas.
De a poco, Dios fue transformando todo. Hoy tengo una linda casa donde vivir, no nos falta nada para comer, somos totalmente felices, tenemos paz y tranquilidad. Estoy felizmente casada. Dios transformó totalmente la vida de mi familia y la mía”, subraya.
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