Cada uno de nosotros necesitamos, diariamente, reflexionar sobre nuestras actitudes, en lo que se refiere a nuestra relación con las personas que tenemos a nuestro alrededor, en el trabajo, en la escuela, en la iglesia, en fin, en los lugares que frecuentamos.
Independientemente de nuestra posición social o de nuestra posición dentro de la iglesia, para ver si estamos ejercitando el verdadero cristianismo, ya que es muy común que observemos esto en el comienzo de la conversión, pero la práctica del cristianismo jamás se aparta de aquellos que nacieron de Dios.
La humildad, por ejemplo, es la base del carácter de Dios y de aquellos que nacieron de Él. Por otra parte el orgullo es la base del carácter del diablo y de los que nacieron de la carne. Observe que el orgullo nació antes que el mundo existiese, porque él surgió en el cielo, logro destruir a Lucifer y a la tercera parte de los ángeles del cielo, transformándolos en demonios. La humildad fue la primera enseñanza que el Señor Jesús se preocupó en darles a Sus discípulos y al pueblo, cuando inició Su ministerio terrenal:
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.” (Mateo 5:3).
Si fuese el diablo el que enseñase este versículo, él diría: “Desventurados los orgullosos de espíritu, porque de ellos es el reino de las tinieblas.”
El Señor Jesús no solo enseñó esto sino que dio el ejemplo: “… sino que Se despojó a Sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:7-8).
Conocemos a muchos hombres y mujeres que un día fueron un exponente en las manos de Dios; líderes que hacían la diferencia y que ganaron muchas almas en este mundo, y cayeron, porque no vigilaron y dejaron entrar al orgullo en el corazón, o nunca habían nacido de Dios, por eso, el orgullo estaba escondido y se manifestó en el momento de mayor ascenso de sus ministerios, y en su mayoría, eso era evidente en la manera arrogante, prepotente y pedante de tratar a sus pequeños súbditos.
¡Atención! No importa si se trata de miembro, obrero, pastor, esposa de pastor, obispo o esposa de obispo, si usted no tienehumildad en su espíritu, especialmente en el trato a las personas que le rodean, esto es, si usted es una persona que maltrata a los demás sintiéndose superior a ellas, ese espíritu no proviene de Dios, ¡cuidado!, vea lo que dicen las escrituras:
“Antes del quebrantamiento se eleva el corazón del hombre, y antes de la honra es el abatimiento.” (Proverbios 18:12).
Y nosotros, miembros, obreros, pastores, esposas de pastores, obispos y esposas de obispos ¿Estamos tratando a los que nos rodean con humildad o con orgullo en el corazón, haciéndonos superiores a ellos?
Pensemos.
Dios los bendiga.
Obispo Sergio Correa.
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