¿Cómo llegar a una posición de liderazgo, principalmente en organizaciones altamente competitivas, si no existen ambiciones personales? ¿Es posible que una persona verdaderamente humilde pueda alcanzar una posición influyente? ¿Cambiará su personalidad cuando lo logre?
Una vez más, recurrimos a la Biblia para encontrar respuestas que puedan ayudarnos a responder estas preguntas y aprender cuál es la conducta que los empresarios deben tener, de acuerdo con los preceptos cristianos.
Moisés, por ejemplo, condujo a los hebreos hasta la Tierra Prometida. Él fue uno de los líderes más influyentes y poderosos de su tiempo. Quebró la resistencia del faraón y aseguró la libertad de su pueblo, al que guió a través del Mar Rojo y, luego, el desierto.
Estas acciones podrían habérsele subido a la cabeza, por lo que Moisés podría haber dicho: “Sin mí, nada de esto hubiera sucedido”, “Hacemos esto porque yo lo digo y punto”, o “Si quieren hablar conmigo, pídanle una entrevista a mi asistente, Aarón”. Sin embargo, la Biblia afirma totalmente lo contrario: “Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra.”, (Números 12:3). En más de una oportunidad, Moisés se decepciona y protesta, diciendo que no merece ser seguido, que apenas es un hombre, pero Dios siempre lo alienta a seguir.
Pedro, el apóstol, es otro ejemplo de humildad y liderazgo. A pesar de ser uno de los 12 discípulos, nunca se olvidó de que era un ser falible. “… Levántante, pues yo mismo también soy hombre.”, (Hechos 10:26), fue lo que le dijo a un centurión romano llamado Cornelio, que lo había mandado a llamar, ansioso por escuchar la Palabra de Dios.
En ambos casos, ni Moisés ni Pedro dejaron de ser líderes. En realidad, su actitud afirmó aún más su autoridad. Tenían una misión, pero sabían exactamente cómo comportarse en situaciones que ponían a prueba sus condiciones. Si dudaban, buscaban la orientación de Dios. Conciliaban perfectamente humildad y liderazgo, mostrando que ambas cualidades pueden coexistir.
Por tener esa conducta humilde, no dejaban que sus ambiciones personales superasen o interfiriesen en sus misiones. Esto, sumado a su relación con Dios, fueron las claves del éxito en su jornada.
Obtuvo estabilidad económica
Gladys se encontraba en la miseria, pero a través de las orientaciones que recibió en el Congreso Empresarial su visión cambió, consecuentemente su vida también. “A raíz de una enfermedad comencé a hundirme económicamente, llegué a estar en la miseria. Vivía en una habitación llena de humedad, amontonada con mis hijos. La miseria era total, no teníamos ni para comer.
La enfermedad era incurable, los médicos me habían desahuciado. Tenía varios problemas producto de ese tumor: taquicardia, gastritis, hipertensión. Esto me hacía estar triste y amargada. Durante diez años viví así, hasta que me invitaron al Congreso para el Progreso. Perseveré en las cadenas y las cosas fueron cambiando. Me hice diezmista fiel y las puertas se abrieron.
Dios quitó las trabas y me sanó. Se terminó el sufrimiento y la humillación. Hoy estamos prosperados, bendecidos. Tenemos casa, autos, cambió todo”.
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