“Padre Santo, a los que Me has dado, guárdalos en Tu Nombre, para que sean uno, así como Nosotros.” Juan 17:11
Comprensión:
La unidad de los nacidos y sellados por Dios es lo que ha hecho la diferencia en el mundo. Son la sal de la Tierra, la luz del Mundo.
La división o el partidismo dentro de las denominaciones evangélicas denota egoísmo y siervos de sí mismos. ¿Cómo puede el Espíritu Santo inspirar a las personas en medio de desunión, desorden y confusión? Él no es Dios de confusión.
En la oración, el Hijo Le suplica al Padre que proteja a Sus discípulos de la falta de unidad.
Solamente el Espíritu de Dios es capaz de mantener a la Iglesia unida en torno de una sola fe, Un solo Espíritu, un solo pensamiento y un solo objetivo.
El Reino de Dios está hecho de disciplina. Si no hay disciplina en los miembros del cuerpo, entonces, los espíritus inmundos y engañadores dominan.
Pues, así como el Dios Padre, el Dios Hijo y el Dios Espíritu Santo son Uno, también los cristianos tienen que serlo. De lo contrario, no pertenecen al Señor Jesucristo.