“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.” (Lucas 6:45)
Quien habla lo que es bueno siembra lo que es bueno y cosecha lo que es bueno. Quien habla lo que es malo siembra lo que es malo y cosecha lo que es malo. Satanás es espíritu. Trabaja con la palabra en la boca de sus hijos; palabras de duda, de miedo, de preocupación, de estímulos hacia el mal, de terror, para derribar.
Dios es Espíritu. Y dice que todo cuidado en la pronunciación de las palabras es poco, porque estas cargan bendiciones o maldiciones. Dios trabaja con la Palabra en la boca de Sus hijos; Palabras de fe, de edificación, de exhortación, de consuelo, de estímulo para el bien, para levantar del polvo al desamparado.
Hoy – y para siempre – cuide sus palabras. Antes de hablar, cuente hasta diez. Su palabra producirá vida o muerte. Cuando le dice una palabra de vida a alguien, esa palabra es para usted también; cuando le dice una palabra de muerte a alguien, esa palabra es para usted también.
¿Sus labios honran más a las tinieblas que a la Luz? ¿Confiesan más las acciones del mal que las del bien? Su vida es el reflejo de la palabra que usted ha confesado. Aprenda a sembrar palabras que van al encuentro de su necesidad: “yo creo”, “lo voy a conseguir”, “no tengo miedo”, “voy a continuar hasta lograrlo”. Esa es la fe que hace levantar a los caídos, que da vista a los ciegos. En la boca de los hijos de Dios, las palabras son espíritu y vida. (Juan 6:63)
Su vida es el reflejo de la palabra que usted ha confesado.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo