“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y Se entregó a Sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.”
(Efesios 5:1-2)
¿Cómo usted va a imitar a alguien a quien no conoce? ¿Cómo volverse imitador de Dios si no sabe cómo es Su carácter y Su forma de actuar? El hijo que admira al padre, lo imita.
Aquí está la orientación de imitar a Dios y andar en amor. Pero ese amor no es el sentimiento que el mundo dice que es amor. La explicación de cómo andar en amor viene ahora mismo: “andad en amor, como también Cristo nos amó”. ¿Y cómo Él nos amó? “Se entregó a Sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios.”
Entonces, así debemos andar. Este es el amor con el que tenemos que amar: sacrificar. Dar. Hacer lo mejor por los demás y para Dios. Entregar la propia vida, como ofrenda y sacrificio a Dios, en olor fragante. Lo que Él hizo, debemos imitarlo.
Sacrificar nuestra voluntad, para que sea hecha Su voluntad. Debemos ser la propia ofrenda en el Altar. La vida del ofrendante es representada por la ofrenda porque él tiene que ser la mayor ofrenda. Ofrenda viva. Sacrificio de olor fragante a Dios.
Dejar la propia vida para que Él viva en nosotros. Pues entregó Su propia vida para que pudiéramos vivir. La base del cristianismo es este intercambio. La base del cristianismo es la ofrenda. La ofrenda de Dios por la humanidad, la ofrenda del hombre por la vida eterna.
Entréguese como ofrenda viva, sacrificio agradable a Dios.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo