Como es imposible hacer un omelette sin cascar los huevos, también es imposible:
Llegar a la Tierra Prometida sin atravesar el desierto.
Tomar posesión de la Nueva Canaán sin atravesar el río Jordán.
Vencer al mundo sin haber nacido del Espíritu Santo (1 Juan 5:4).
Ser vestido de vestiduras blancas y de ninguna manera tener el nombre borrado del Libro de la Vida sin perseverar lejos del pecado hasta el fin (Apocalipsis 3:5).
Tomar posesión del Reino de los Cielos sin violentar la voluntad de la carne.
Seguir a Jesús sin negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguirlo cada día (Lucas 9:23).
Pertenecer al Señor Jesús sin Su Santo Espíritu (Romanos 8:9).
Inclinarse hacia la carne y vivir o inclinarse hacia el Espíritu y morir (Romanos 8:6).
Vivir en la duda y alcanzar las Promesas de Dios.
Desobedecer a la Palabra de Dios y ser bendecido.
Llegar al Valle de la Bendición sin atravesar el Valle de la Decisión (2 Crónicas 20).
En fin, ¡es imposible servir a dos señores y ser la propia bendición! (Génesis 12:2).
Y entonces, ¿cuál es su situación delante del Altísimo?
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