Uno de los aspectos negativos de esta generación es la inconstancia abrumadora que vive la mayoría de la gente. Muchos conducen su vida y sus proyectos en función de sus emociones, por esa razón están en constantes altibajos.
No pueden sostener sus pensamientos y decisiones, pues un día están animadas para empezar un curso y mejorar profesionalmente, y al otro, no quieren ni abrir un libro. Un día deciden que van a luchar por la vida sentimental, al otro, desisten y se entregan a la tristeza y a la frustración.
Un día están creyendo en la Palabra de Dios y al otro dudan de todo. Un día quieren orar, ayunar y evangelizar, pero al otro no quieren siquiera levantarse de la cama.
Esto es terrible, pues las personas que actúan de esa manera, van a ver los años escurrirse como agua entre sus dedos, sin tener la perspectiva de éxito. Difícilmente lograrán los objetivos que desean, justamente porque les falta determinación para perseguir un propósito.
Recuerdo las Palabras del Señor Jesús, diciendo: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.”, (Mateo 11:12). Con esta enseñanza, el Salvador muestra claramente que, así como en aquella época, un guerrero tendría que comprometer todas sus fuerzas violentamente para conquistar una ciudad, aquel que anhela su Salvación necesita aferrarse inmediatamente a las oportunidades ofrecidas por Dios y no dejarlas. O sea, es necesario estar absolutamente determinado a dejar a un lado sus sentimientos, sus percepciones equivocadas, los amigos, los contenidos inapropiados y todo lo que ponga en riesgo sus objetivos.
No se puede perseguir una meta cuando el alma se comporta como una montaña rusa, a veces está en la cima, pero baja repentinamente con toda la fuerza y vuelve al punto de partida. Quizás su vida sea el reflejo de ese juego de un parque de diversiones. A pesar de los momentos emocionantes, la persona permanece vacía y sin llegar a ningún lugar, pues siempre vuelven al punto de partida.
Para cambiar esta situación, decida hoy mismo sus prioridades y luche por ellas con todas sus fuerzas.
El Reino de los Cielos solo es poseído por aquellos que están llenos de fervor, devoción y ganas, que aceptan de inmediato la oportunidad de Salvación ofrecida por Dios.
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